25 de junio de 2013

Somos Zapping: Recibiendo como Don Corleone (24/06/2013)


Gestión de residuos. Tendrían que haber hecho la entrevista en el Bada Bing!, donde Tony Soprano contaba tetas y dinero y preparaba comida para los peces. Pero la hicieron en una especie de sala de espera de peluquería, con fotos de seducción barata. Francisco Guerrero, ex director general de Trabajo de la Junta, alto cargo con pinta y nivel de chatarrero, está entre tirar de la manta y quemarse los pies, pero hable lo que hable no deja de retratar cómo se hace la política aquí, con chusqueros, esbirros, ratillas, alcahuetes y ventajistas bajo el glorioso y digno marco institucional autonómico, palacio sobre mil cloacas. Fue un buen resumen del caso ERE el que hicieron en El intermedio (¿me reconcilio con Wyoming?). Explicaron cómo el mecanismo de transferencias a IFA/IDEA conseguía “eliminar en primera instancia la figura del interventor que debería fiscalizar estos gastos”, aunque evitaron mencionar a Griñán y Chaves. Y fue una gran entrevista la de Fernando González a Francisco Guerrero, que se defendió como un camello de medio pelo. Guerrero se considera “el chivo expiatorio de la Junta”. Otro que entró de pasante, a mover los papeles y el dinero como se habían movido siempre, y en eso no ve él culpa. “A mí me da vergüenza cuando he visto el tipo de actuación que se ha hecho a mis espaldas”, fue capaz de decir. Aseguró que era un tieso, negó haber trincado sobres y declaró que la manera en que se manejaban los fondos de los ERE la conocían “sus consejeros, el Gobierno andaluz, el Parlamento, la Intervención”, pero según el argumento de Griñán o Aguayo: “Eran fondos públicos aprobados todos los años en pleno parlamentario”. Aprobados pero no para hacer con ellos lo que les diera la gana, les falta aclarar. Cuando le preguntaron por qué se daban ayudas a unos sí y a otros no, contestó que “se les dio a los que vinieron”: conocidos suyos, “amigos de sindicalistas, amigos de empresarios”… Así funcionaba la cosa. Recibiendo, como Don Corleone o Juan Guerra. Caciquismo progre. Todo por la “paz social” que pedía Chaves, se excusó. Dinero público arbitrario para tapar bocas, y ya que nadie miraba, para calentar bolsillos. “Lo que yo tenga que decir lo diré cuando me parezca oportuno”, amenazó o faroleó Guerrero. Pero a lo mejor tiene la mano del muerto, que se dice en el póker. Admitió marlboros y gintonics, pero negó la coca de los horteras que remataba la trama ya suficientemente asquerosa, torrentiana ha dicho mucha gente. Así se hacen las cosas aquí. Ni defendiéndose ni atacando podía Guerrero ocultarlo. “Gestión de residuos” era el supuesto negocio de Tony Soprano. Política lo llaman otros en Andalucía y ya se van dando cuenta en toda España.



Duelo en el Neolítico. Mario Conde, newborn, renacido de la voracidad financiera a una especie de tibetanismo de derechas, cara a cara con Diego Cañamero, del comunismo no ya novecentista, sino neolítico, el que quiere arreglar la economía dándonos un azadón y una punta de flecha a cada uno. Combate digno de alguna clase de lucha libre mexicana a la española. “Otro día vendremos a quedarnos con tus tierras, porque no son tuyas”, le dijo Cañamero a Conde en su finca, y éste le invitó a El gato al agua de Intereconomía, a que hiciera de indio cherokee, de jefe Seattle. “La tierra no es de nadie”, dijo el sindicalista andaluz, que todavía pide reformas agrarias, cree en un vivir crudívoro y asalta fincas como ingenuidad simbólica. Mario Conde defendió la propiedad privada, su hacienda y sus olivos y dijo que él no había provocado la pobreza de Andalucía. Pero discutiendo sobre melonares, jueces y bancos, aquello terminó pareciendo una de esas conversaciones que se tienen con mormones. Al final, con Cañamero o Sánchez Gordillo lo que se demuestra es que esa ideología desesperada, tosca y primitiva que se da en Andalucía es consecuencia de su miseria, igual que la religión es consecuencia del miedo. Y a todo esto, lo que me pregunto yo es por qué ocupan fincas. Que se vayan todos los parados andaluces a Marinaleda, donde el desempleo es un imposible ontológico, y asunto arreglado.

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