14 de mayo de 2013

Somos Zapping: Pitos contra botafumeiros (13/05/2013)



Cambalache. Saquen sus pitos, sus cazos o sus catecismos. Da igual. El sectarismo nos ha condenado a una educación ideologizada. La izquierda la convirtió en un alegre tobogán porque cree que la igualdad significa que el pueblo mate a Arquímedes una y otra vez como el bruto soldado romano. El tango Cambalache describía esta decadencia así: “¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! Lo mismo un burro que un gran profesor. No hay aplazaos ni escalafón, los ignorantes nos han igualao”. Y la derecha quizá no es ya la del regletazo de monja, pero siempre nos termina metiendo su crucifijo, sus niños con los niños y las niñas con las niñas, su miedo a lecturas peligrosas y a los besos de gorrión de los escolares. Todo es un cambalache entre estas dos condenas. Ahora, pitos contra botafumeiros. Que la progresía que se ha cargado la educación pública diga que la defiende hace que su pancarteo parezca carnaval. No me gustan ni Wert ni que en el Parlamento andaluz hablen del “miedo y sufrimiento” que provocan los exámenes. Canal Sur, eso sí, lo ha tenido claro con esta huelga. Primero, la unanimidad: varias veces en estos días dijeron “alumnos, profesores y padres”, así, como si fueran todos. No se trata de las cansinas guerras de cifras de siempre (20% del alumnado, 1’5% profesorado, dijo el Gobierno), pero eso de eliminar completamente del discurso al disidente ya dice mucho. Luego, el daño de la Ley: “Todo se resume en una palabra: recortes. Económicos, de oportunidades y de poder de participación y decisión de los protagonistas de la educación”, sintetizaba convenientemente Bárbara Ruiz (¡la autora de aquella increíble pieza que ponía a caldo a la jueza Alaya!). El resumen es aún más sencillo: unos por otros, la educación pública es una ruina. Aunque según Canal Sur aquí éramos Finlandia hasta que llego Wert con su cara de curita.


Soldaditos de plomo. Rocieritos con borriquillo, pequeños romeros empujando carretas como pagodas de un dios de caramelo, desfile de medallas y simpecados con alegre aire de fútbol alevín, a la altura exacta en que la inocencia tiene su flaqueza. Nuestros niños ya no tienen indios como húsares, ni bicicletas rojas como locomotoras lacadas, ni cuentos de piratas pajareros o principitos que pinchan estrellas. Sólo tienen como juguete o modelo los zapateos, las guitarras toneleras, las fogatas de lunares, los santos con mazmorra, los dioses de botijo de sus padres, de su raza. Así saca a los chiquillos Canal Sur, así se emociona Juan y Medio, con la jibarización de lo andaluz, el suvenir viviente que es un niño flamenquito o costalero o torerito, el tópico en muñequitos como esos monos con platillos. “La romería más menuda de la televisión”, anunciaban. Y así los pusieron, a hacer de rocieros como soldaditos de plomo, gritando vivas a la Blanca Paloma, igual que antes los pusieron de nazarenos o feriantes o chistosos. Ya ni me quejo por el asunto laico, en este Canal Sur que saca a la derechona con mantilla mientras ellos se la ponen a niñas de guardería. Aquí hasta se hacen romerías escolares, durante esa verbena alpinista de la Virgen de la Cabeza, y los progres que nos gobiernan no han protestado. “La Junta dota de GPS a la Hermandad de Córdoba”, fue un titular del informativo esta semana. No, me molesta más la manera en que van dibujando el futuro de los andaluces, desde pequeñitos, conduciéndolos a su destino de dar palmetazos sonrientes y cargar con la religión de cera a la que le pedirán trabajo y suerte para su pena eterna. Así van asegurándose de que nunca lleguemos a ser más que lo que siempre fuimos.


La baraja. Lo destacaban en las noticias como si fuera un mandoble, pero Griñán sólo dijo esto: “Tenemos un Gobierno que dialoga con la sociedad. Mire: cuatro acuerdos políticos”. Y le sacó a Zoido su abanico de pactos, pactitos y merendolas. Ya está. Eso es gobernar. Podría haber sacado igual las cartas de la baraja de la Warner Bros. ¿Se acuerdan? Piolín, Bugs Bunny… Como ejemplo de acción y eficacia de gobierno, daría igual. Y con esta oposición, quizá no hace falta más.

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