5 de abril de 2013

Hoy viernes: Griñán pegando sellos (05/04/2013)



Aunque iba empujado por el escándalo y los entrullados, Griñán subió el otro día al atril del Parlamento como entre incienso. Griñán bueno y mártir, con la cara de un abuelo, con los ojos de toda la cera de Sevilla, empezó con un ataque de dignidad, que a él le quedan como de tos, y luego tiró de repertorio. Yo, la verdad, no creo que Griñán haya pillado cacho, ni que conociera cada putiferio que se montaba al final de los ERE. Simplemente, se encontró pegando sellos dentro de un sistema en el que había que saber no mirar ni preguntar demasiado. Y eso parece que hizo.

Resulta inimaginable que el tramposo y ladino acuerdo entre la consejería de Empleo y el IFA/IDEA, pensado para eludir la fiscalización previa, pudiera concebirse, firmarse y mantenerse sin conocimiento superior. Era una pirueta, ésa de sacar el dinero de las consejerías y colocarlo en una agencia fuera del alcance de la intervención, que no tendría ningún sentido salvo que se quisiera disponer de ese dinero con absoluta discrecionalidad y sin más controles. ¿Para qué? En principio, para apagar fuegos y comprar paz social según el interés político. Más algún caramelito, si hacía falta. Y esa estrategia global no sale de una consejería ni de un director general chusquero. Luego, ese cajón de dinero abierto tentó a las ratas de la casa y así terminó esto, en criminal saqueo de lo púbico.

Griñán se defendió con lo que tenía y hasta usó el Derecho Administrativo como el chiquillo que dice que el perro se comió su tarea. Yo, que me tragué toda la comisión de investigación, dejé de creer en Griñán al verle usar esas trampas tontas, esas retahílas de empollón. Por ejemplo, que el interventor nunca elevó un informe de actuación. Pero la Intervención no podía hacer nada con unos pagos que realizaba IFA/IDEA, no la Consejería. Por eso lo hacían así. Los informes no conllevaban una “actuación” porque el propio mecanismo elegido dejaba a la Intervención sin esa competencia.

Por lo demás, la comparecencia tuvo mucho de stand up comedy. Castro Román, de IU, que subió a la tribuna como con el asiento pegado al culo, le dijo a Griñán que “confiaba en él” y alargó mucho su reverencia. Mario Jiménez salió a defender de la conjura a su jefe y estuvo nervioso, chulapo, matoncillo, mezcla rara de Enrique Romero de Toros para todos, del Ramoncín jovencito y del Yoyas. Resultó no ya ridículo, sino denigrante para el parlamentarismo. “No te enteras, Contreras”, dijo dos veces. “¿Quién es su asesor parlamentario? ¿Chiquito de la Calzada?”, le preguntó a Zoido. Hablando Jiménez de “insultos a la inteligencia”, la recursividad del concepto mareaba. Homilías para lelos que Zoido intentó contrarrestar con hechos y aburrimiento. Todos, en fin, se tapan con el capote. Está claro que la verdad no la sabremos en el Parlamento, gran triclinio de maderas, intereses y pregones. Otras salas esperan sus ataques de dignidad.

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