19 de diciembre de 2012

Hoy viernes: Nanas de la cebolla (07/12/2012)



Los debates territoriales siempre son mejores si hay hambre. A falta de pan, las banderas hacen de cuna y migajón. Sólo un dolor de corazón distrae de uno de tripas, por eso andan ahora con lo del ataque a las autonomías, con las épicas del 4-D o de un nuevo 28-F, por eso nos reviven las estatuas cagadas, los héroes de la pana y las revoluciones históricas de la rabia, la alpargata y el alpechín. Griñán llama a una “movilización” para un “pacto por Andalucía”, o habla de confusos federalismos ontológicos, y yo no sé muy bien a qué se refiere, pero sé a lo que suena: a canción sentimental para matar el hambre, a nanas de la cebolla. Por aquí ha gustado lo de la Diada catalana, lo de la guerra de un pueblo puro contra vikingos violadores. El PSOE andaluz se ha dado cuenta de que, ante los enemigos románticos, la gente se olvida del frío que nos toca el violín con los huesos y de la ruina que nos rellena de paja el futuro. Por eso hay llamamientos desde las colinas, se tejen estandartes con nuestro martirologio bordado como un corazón de Jesús, se pasea el alma de Andalucía en su tronito de caña, se pinchan los ojos del enemigo en efigie y así queda dibujado ese paisaje de guerra en el que la miseria es heroicidad y el dolor, resistencia. Por tanto, no sólo son desdichas justificables, sino orgullosas.

Sin embargo, si regresaran los partisanos del 4-D y el 28-F con el mismo espíritu feroz, la misma trenca por pijama y la misma barba mojada en sopa de pobre, no se pondrían a aplaudir en Canal Sur, como cree Griñán. Les gritarían a la cara a los que gobiernan Andalucía que esta autonomía se luchó para terminar con el hambre, el paro y la incultura; para que nadie volviera a contemplar al andaluz ignorante, miserable y sometido, digno únicamente de lástima, conmiseración y sobras. Les recordarían eso y, lo que es más grave, que no lo han remediado en 30 años. Sí, para eso era aquella lucha, no para que montaran una mercería de banderas ni un comedero de pajarracos a la sombra de las columnas de Hércules, que sólo parece el peluquero de sus leones. Mientras no acaben con esa miseria que aún está agarrada en nuestras uñas, en nuestra garganta atravesada por astillas, en nuestros ojos cegados con sal, todo lo que sigan haciendo nuestros gobernantes pidiendo federalismos heráldicos y montando casitas de papel o festivales o repostería con el orgullo y la épica del andalucismo, todo eso, digo, será nada. Sólo nanas de la cebolla, el hambre del pueblo que a los políticos les escribe canciones cosacas pero a nosotros nos deja un hielo en la boca como un turrón de luna. Lo mismo nuestra urgencia no es el federalismo, ni un poni verdiblanco para niños, sino unos partidos que demuelan las pirámides que son y unos políticos que sirvan a sus electores en vez de a sus jerarquías. Y un pueblo que no se duerma con nanas, sino con su hambre de pan y justicia y luz, esa hambre como de leche y madre, por fin saciada. 

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