28 de diciembre de 2012

Hoy viernes: Los mejores (28/12/2012)



El Rey, como bombardeado en su propio despacho, caído desde el caballo de su cadera, de pie por razones médicas o por mostrar en cabestrillo la propia monarquía, habló de “alta política” en el país de los mediocres, los miserables, los ambiciosos y los corruptos. Para eso ha quedado, para hacer discursos de miss con los gusanos saliendo de sus cuadros, del bodegón que es la institución. Que venga el Rey a hablar de alta política aquí, que se lo diga a Mario Jiménez, a Susana Díaz, a Griñán y hasta a Zoido, que aún saca el bonobús cuando tiene que hacer de líder del PP andaluz. Mucho pedir, me parece. Cada vez que vemos a candidatos de los partidos postulándose, retándose o empujándose, siempre sale alguien diciendo que en realidad los nombres no importan, sólo las ideas, el proyecto, el equipo, las sinergias y otros telares comunales de moñas. En realidad, creo que nuestros partidos piramidales matan igual a las personas valiosas y a las ideas de altura, ya que sólo se sube callando, tragando y obedeciendo, y sólo se permanece sabiendo repartir, contentar y estarse quieto. Familias y facciones que mantener entre la lealtad, la traición y el prorrateo. A ver qué política de altura vamos a sacar de ahí.

Un Rey escorado, un Rey encallado, un Rey de madera nos canta villancicos, nos habla como un abuelo con galletas, y yo no sé si tirar hacia el cinismo o la conmiseración. Política de altura, sí… Y la paz en el mundo. Ahora Griñán vuelve a azuzar a Rubalcaba, apremiándole a que diga pronto si se tira por la borda o sigue pilotando el buque fantasma, aunque las dos opciones suenan a estar igual de muerto. Y Zoido resulta tan increíble que aún nos planteamos si es más líder el espectro que le cedió las llaves. Las personas son importantes en los partidos porque con las mejores personas tendremos sin duda los mejores gobiernos. Pero estamos lejos de ver a los mejores dirigiendo nuestra política. Los que están son herederos de otros (como Rajoy, Griñán y Zoido), sustitutos de urgencia, desechos de tienta, hijos pródigos o esbirros elegidos para adular al pueblo en el idioma de tontos que nos han asignado. Y para qué hablar de los segundones… El ciudadano no puede elegir a los mejores porque los partidos sacan otra cosa: un tirillas, un posturitas, un demagogo, un bedel, un señor del Greco, un encerador de palacios, un payasete de las palabras, lo que les sale a ellos en sus subastas internas. Seguirán las peleas de nombres porque las ideas se hacen luego con las encuestas. Pero los nombres vendrán todos de la misma pecera de fango.

El Rey en su portalito de Belén, en el goya en que vive, tieso como ese fraile barométrico que daba antes el tiempo en las casas, nos habla con lengua de turrón y pide pomposamente la política que no hay. Cuánto cambiaría todo si, simplemente, tuviéramos la oportunidad de poder elegir a los mejores.

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