19 de septiembre de 2012

Hoy viernes: La extraterrestre (07/09/2012)



Merkel vino como Diana, la de V, no sabemos si a ayudar o a comer españolitos blandos y peludos. Me parece mejor comparación que la de Mr. (o Mrs.) Marshall, porque aquel señor o alegoría nos hacía soñar con lácteos y tractores, mientras que Merkel nos hace soñar con mazmorras, deshuesamientos y pesadillas de lenguas y escamas. Merkel nos salva esclavizándonos o nos mata chupándonos el caldillo. Más extraterrestre que hiperbórea, más de otra especie que guiri, creo que Merkel se ha encontrado no con otro país, sino con otra bioquímica. Aprovechando que hay sabios reunidos en Sevilla para mostrarnos la sopa viva que somos por dentro, la gusanera microscópica que anda enredándose y haciendo cremalleras en las células para que el cuerpo no se nos vierta como una carga de estiércol, podríamos preguntarles si hay algo por ahí dentro que nos distinga de los alemanes, que parecen de silicio. Pero la ciencia ya nos ha dicho que las diferencias biológicas son anecdóticas y las razas, mentira. Lo que sí queda es la conciencia sentimental, supersticiosa o políticamente cómoda de los pueblos, las culturas y la historia. Nos tenemos por sureños o mediterráneos, parece que eso nos gusta. Y una mujer como de sangre de amoniaco, con su calvinismo de palo y su norte cristalizado en los ojos, nos vino a medir, pesar, evaluar o engordar para la matanza. Y sin haberse leído La tesis de Nancy, de Ramón J. Sénder.

Ha habido mucho cachondeo sobre el cuidado que había que poner en lo que veía Merkel de España. Anda que si llega venir a Andalucía y se encuentra los palacios de la Junta y su burocracia como zarista, o se cruza con una feria o una romería, o se topa con ese comunismo de cebollín que asalta supermercados y subvierte el capital meándose en los macetones de los bancos. O le ponen Canal Sur, o, aún peor, ve el anuncio de Cruzcampo que dice que trabajar es cosa del norte… Los humanos tenemos la misma salchichería en las células y el racismo es ignorancia aunque aún tenga ese hijastro, el determinismo cultural, que nos mete en cajas como nuestras verduras. Los pueblos, los países, terminan siendo lo que el ánimo de sus ciudadanos y la determinación de sus líderes desea. No hay que volcar la historia como una piedra ni renunciar a la sangre para eso. Pero aquí el ánimo de los unos ha sido pereza y la determinación de los otros, ambición. Aquí, con sol de hambre, sin comer nieve, la casta política se ha ocupado de recordarnos lo afortunados que éramos siendo pobres y felices, mientras ellos se hacían los dueños. Merkel llegó como con traje de apicultor al primitivo enjambre de España y nos salvó o esclavizó con el manotazo de los dioses. No pasó por el sur del sur, o se hubiera espantado. Pero Merkel no es un extraterrestre ni la Virgen del Rocío de por allí. Simplemente, viene de un lugar donde se enseñan y se cumplen cosas que aquí despreciamos y olvidamos.

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