16 de abril de 2012

Hoy viernes: Pequeño mundo (13/04/2012)


Se empieza asaltando esas ventas de la tostada y el coñá y se puede terminar expropiando a la Merkel, que es como la duquesa de Alba con casco prusiano. A Sánchez Gordillo lo acusan de lo primero y seguro que querría hacer lo segundo. También lo señalan por cerrar colegios en huelgas de guardar, quizá porque allí empieza el capitalismo con los cromos y los bollycaos. Sánchez Gordillo parece ese Demonio de Tasmania de los dibujitos de la Warner que tiene aquí la izquierda. Esta izquierda, verdadera o paleocomunista o decimonónica (o del XVIII a veces), creo que ya no es una ideología, sino un movidón o botellón sentimental y furioso. Hay que salir con barbas y aperos, incendiar el capitalismo en efigie, exorcizar a los mercados tirando jamones al suelo, reclamar una finca como la luna, pintarrajear un escaparate, hacer la revolución de los poyetes y los pocijones, tirar boñigas a los sombreros de copa y terminar de hacer política comiendo uva y queso bajo una parra. Esta izquierda se define por el gran tamaño de sus enemigos pero el pequeño tamaño de su mundo. Quieren llegar al Capital pero se van a asustar a los camareros, quieren demoler los dogmas de la economía y se les ocurre un huerto de rábanos. Aún tienen estética pero no sé si tienen modelo, un modelo global, para llevar un país y no una comuna que cambie lechugas por zapatos. O sí hay modelo, pero decirnos que es Cuba o Corea del Norte les da vergüenza hasta a ellos. Por eso tienen pañuelos, soflamas, puños, poemas guerrilleros, malos muy bien dibujados, revoluciones del tamaño de un kiosco y un planeta propio que flota sobre éste, alimentado sólo por una canción y una acequia.

Sánchez Gordillo es el hombre orquesta de toda esta izquierda que se demostró tan fracasada y aciaga en el siglo XX. Lleva con él todos los cachivaches, tamboriles y estribillos de la utopía comunista que sólo dejó miseria y muertos. Personifica el extremismo según lo entendía Ortega, es decir, esa simpleza de enfocarlo todo en un problema único, el Capitalismo en este caso. Como si el egoísmo, la crueldad y la injusticia fueran cosa de un solo sistema económico o de pensamiento, y no males de la naturaleza humana. Él mira el mundo y sólo ve su patio. Mira la economía y sólo ve cajas de tomates. Mira los problemas y sólo saca un bieldo y una cerilla. Pero el mundo, que se hizo todo lo grande que era capaz, ya no puede abolir el capital, ni los países funcionar como invernaderos. Estamos conectados por mercados, intereses, dinero que pesa de verdad y aire y cadenas que nos prestamos unos a otros. Él, y otros como él, se van a hacer la revolución ante un ventero o cierran un colegio creyendo que clausuraron la realidad. Su mundo cabe en una cerca. No vale para más allá.

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