13 de marzo de 2012

Somos Zapping: Pablo Carrasco de Omaíta (23/01/2012)


Servicio público. Yo uso un truco con Pablo Carrasco: cada vez que lo veo pontificar sobre la alta misión de la RTVA, me lo imagino hablando vestido de Omaíta. Entonces su cinismo se convierte sólo en chiste, aunque tampoco llamaría yo propiamente cinismo a lo suyo. El cinismo requiere cierta elegancia y desapego, debe ser un latigazo de seda a distancia sobre las cosas. Lo suyo tiene más que ver con la poca vergüenza del político, capaz de negar lo evidente, de darle la vuelta a la realidad y aun así defenderse con una tiesa y engolada dignidad. Al cínico no le preocuparía la dignidad. El cínico usa el sarcasmo para destapar la maldad y la vulgaridad humanas. Por eso los políticos no son cínicos, sólo mienten con desparpajo, que no es lo mismo. Hagan como yo, y vuelvan a leer la entrevista que le hizo este periódico la semana pasada a Pablo Carrasco, o vean sus intervenciones en su propia televisión (“la administración pública tiene que darnos los fondos necesarios”, exigía el otro día en las noticias), atiendan a sus homilías sobre el servicio público que presta, pero imaginándolo vestido de Omaíta. Entonces, todo cae por su propio peso. Diga lo que diga él, porque entre otras cosas cobra una millonada por decirlo, los medios públicos son órganos de propaganda, control y atontamiento al servicio del poder político que toque. Siempre lo han sido, con unos y con otros. Da igual que miremos los informativos de Telemadrid o los de Tom Martín Benítez. Y en el caso de una autonomía en la que el poder ha sido ejercido durante décadas por el mismo partido, como en Andalucía, más todavía. El control no sólo se refleja en las noticias, que subrayan y ocultan, que guapean e invisibilizan según el interés de los dueños políticos, sino que se extiende de manera transversal (palabro muy logse) por toda la programación. La programación se convierte así en ideologizante y copia los leitmotivs, los eslóganes y las ideas-fuerza del poder político. Si el PSOE decide enfocarse en lo “sostenible” o lo “ecológico”, veremos cómo Tecnópolis, Espacio protegido o Tierra y mar usan ese estribillo hasta el cansancio. Si la Junta anda empeñada en mostrar una educación idílica y chispeante de tecnología, El club de las ideas nos sacará reportajes sobre mediación en la escuela y ordenadores a porrillo. Si ahora están con la sanidad, inventan un reality de médicos, como el que ya nos anuncian. Ocurre lo mismo con la ideología de género, con la memoria histórica, con los sueños de modernidad (otra vez Tecnópolis), o con “la calidad de vida” en Andalucía (Salud al día). Para que el andaluz piense que nada malo puede ocurrir aquí, salvo escapes de gas o puñaladas de malnacidos, tenemos Andalucía directo. Y siempre estará, por supuesto, la conveniente, amodorrante, resignada y principal idea de la alegría y el desenfado del andaluz, de que aun pobres e incultos somos “lo mejón der mundo”, y para eso están la copla, el folclore, las romerías, Los Morancos, Manu Sánchez, los niños de Juan y Medio y así. Nada escapa al control, a la intención, a la servidumbre, en la parrilla de Canal Sur. Pero si hasta tienen una cadena entera, como Canal Fiesta Radio, para que El Arrebato reivindique la simple felicidad de pedir “cervecita y caracoles” y los grupitos chavaleros continúen con la tradición del joven andaluz sin oficio que encuentra su destino y su triunfo en la guitarrita sentimental y racial... ¿Servicio público es todo eso? ¿Y Menuda noche, y Arrayán? ¿Es servicio público La tarde aquí y ahora? ¿Es que el Estado se debe encargar de montar agencias matrimoniales? Pablo Carrasco es el primero que sabe para qué está pensado todo eso, pues para ello lo nombraron sus jefes políticos. Negar que él ejerce de Consejero de Propaganda y Atontamiento forma parte del cargo. Así es, y así será. Y si Arenas gana, no me espero nada mejor. Es demasiado fácil y tentador tener a mano tantos recursos y mecanismos para hacer de la radiotelevisión pública otro órgano de partido. Haría falta mucha altura política y moral para acabar con esta infección de los medios públicos al servicio del poder. Y no creo que nadie, aquí y ahora, la tenga.


Gran entrevista. No me refiero a la de Rubalcaba en la tertulia de la mañana. No, hubo otra que me pareció más significativa. La actualidad temblaba entre naufragios mediterráneos y macroeconómicos, los contertulios discutían ferozmente si los cruceros son más o menos horteras (sólo después de esa interesante y larga polémica, Mabel Mata decidió pasar a otro temilla menor, o sea la economía), y luego llegó el brillante remate: la gran entrevista al cantante Manuel Carrasco, triunfito y melenitas local con nuevo disco. Daba tristeza periodística ver a todo el staff del programa preguntándole al muchacho por su inspiración y sus cancioncillas a la novieta. Buena lección sobre el servicio público y sus prioridades informativas.


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