13 de marzo de 2012

Somos Zapping: Epifanía de Cayetana (9/01/2012)


Lametones. No podían haber escogido otro día mejor que uno de epifanía. Epifanía significa manifestación, con un sentido de gloria o majestad. Pero quien se manifestó no fue Dios como muñequito, paloma o lengua de fuego, sino Cayetana de Alba como condesa castiza, mesacamillera y gagá. Tampoco fueron a adorarla reyes o magos, corderitos ni pastores, sino el andaluz de barriada que quiere representarnos a todos a través de Antonia y Omaíta. Después del espectáculo que dio el niño, duquesito de yeguada, señoritingo con adarga y raqueta, más clic de Playmobil medieval que otra cosa, parece que alguien decidió que la Casa de Alba necesitaba un lavado de cara por cuenta de Canal Sur, así que le organizaron su propio portal de Belén. Lo montaron como una peregrinación: Desde la verja del Palacio de Dueñas hasta el sancta sanctorum donde esperaba la duquesa como una especie de Arca de la Alianza con pelusa, los andaluces sencillos o sólo vulgares que nos representaban en esta adoración iban descubriendo la grandeza y el tronío de los Alba atravesando o sorteando arcos mudéjares, patios machadianos, mesas de caoba maciza y criaditas con cofia. “Yo la adoro, me encanta”, “sé que es una bellísima persona porque eso se le ve a ella”, decía Jorge Cadaval travestido de Antonia; “no se puede ser más buena persona”, apostillaba la Omaíta que hace su hermano César. Era la misma actitud babosa, lacaya, que ya mostró Inmaculada Casal en sus entrevistas a Cayetana, pero con un punto más de encorvamiento, de inferioridad, de sumisión gozosa, porque las pintas bajunas y la ordinariez de los comentarios de Los Morancos parecían pensados para engrandecer aún más el señorío de su anfitriona, para establecer la asumida, satisfecha y admirativa distancia entre el pueblo plebeyo y la nobleza. Por fin llegaron a un salón donde la condesa esperaba apuntalada, un salón un poco también como el de Omaíta (al final no va a ser tanta la distancia), con ese recargamiento de buen o mal gusto que termina siendo igual. Y entonces le lanzaron la primera pregunta para que ella se redimiera: “Doña Cayetana, ¿por qué le gusta a usted tanto Andalucía?”. Y claro, ella soltó todo el anuncio de Cruzcampo. Durante la entrevista, sonaban a felpudo los lametones de Los Morancos en sus babuchas: “Yo me la voy a comer a usted”, “usted es maravillosa, Doña Cayetana, usted no se puede ser ya más buena persona (sic)”. O esta loa de Jorge Cadaval: “Andalucía, qué orgullo, qué orgullo, ahora lo digo desde el corazón, qué orgullo tener a una persona como Cayetana al lado nuestra (sic), y que sea tan de nosotros. Ole y viva usted, doña Cayetana”. ¿No vamos a tener señoritos, con lo buenos vasallos y sujetapalanganas que somos aquí? ¿Qué pasa en Andalucía para que nos mostremos todavía así ante la aristocracia nefasta, indolente, parásita, inútil y chuleante que nos tocó? ¿Por qué tenían Los Morancos y Canal Sur que ofrecerle ese auténtico homenaje (en el sentido feudal) a esta señora? ¿Dónde está el orgullo del andaluz? Pues creo que recogiendo orín y mondas por el Palacio de Dueñas, feliz y canturreante.


Ópera para sordos. Por una vez, no eran coplas, ni fandangos, ni una sonatilla perdida de madrugada con los rótulos equivocados. Tampoco era Manolo Carrasco con su Sinfonía Ecuestre (la volvieron a echar en Nochevieja), esa pirámide de horteradas en la que yo no sabría si colocar en la cúspide del horror a su piano blanco, su casaca blanca, sus caballos blancos o las vulgares notas robadas a pellizcos de Chaikovski o Rachmaninoff y cruzadas después con música de Semana Santa. No, si había que pensar en pirámides, era en la pirámide de tempi que dice Harnoncourt, porque era ópera, ópera de verdad y de la grande, lo que veíamos en Canal Sur 2: El reciente Fígaro del Maestranza. Gran montaje, ortodoxo musical y escénicamente, sin atrevimientos, con buenas voces y buen sonido. Pero algo tenía que indicarnos que aquello era Canal Sur. Por ejemplo, rotularon “Ópera buffa”, en italiano, en vez de “bufa”, palabra que existe en castellano. ¿Se pasaron de cursis o les faltan asesores que no vengan de la copla? Pero, sobre todo, se les olvidó poner los subtítulos. Como aquí todos sabemos italiano... En realidad, los subtítulos sí estaban disponibles, pero había que rebuscar por los menús de la TDT, cosa a la que no todo el mundo atinaría. A mí sólo me salieron al seleccionar “para sordos”, lo cual tiene gracia. No sé qué trabajo costaba ponerlos, pero no sabrían o no se preocuparían. Total, quién va a ver aquí una ópera. Sólo los sordos, parece...


Caramelos. Andalucía directo nos enseñó a los Reyes Magos llegando a Canal Sur y su plató lleno de caramelos. Tiene guasa: sus Reyes de verdad, que traen dinero sin medida y estrellitas millonarias a esta televisión mala, cara y despilfarradora, son el presupuesto público. Sus Reyes tan dadivosos somos nosotros. A disfrutar de los caramelos.

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