13 de marzo de 2012

Hoy viernes: El pelador de pollos (20/01/2012)

Este es un país en el que se puede empezar pelando pollos y terminar intercambiando pelucas con Jesucristo y juzgado por haber alicatado el cielo, el mar y los ayuntamientos. Sandokán ha contado en su juicio que fue pastor, pavero y pelador de pollos, que es una manera de aprender directamente de la naturaleza los órdenes y jerarquías de la vida. Al final todos nos dividimos en pelados y peladores, ganado y mayorales. Los pollos andan por ahí sin saber que son comida, igual que el dinero anda por ahí sin saber que es una gacela y nosotros sin saber que somos un masa cacareante. Debe de haber un momento en que esa gacela del dinero no da pena con sus ojillos, sino sólo hambre o lujuria, y eso es lo que ya te hace cazador. Hay quien pica en el suelo toda la vida y hay quien va a la caza del gran dinero, y va sin moral como un león. Así salen estos poceros, constructores u hombres de negocios que llegan de la nada, del pueblo, del monte o de la chatarra convirtiendo su hambre de panceta en hambre de todo.

Sandokán se presta tintes con Jesucristo, dice que es parte de Él, quizá le gusta la biografía que comparten un poco porque Cristo llegó de la paja a jefazo con el peluco de todo el Universo. En esos niveles la ley queda para la chusma. La única regla que reconoce Sandokán son su listeza y sus cojones, reglas con las que cree sinceramente que todo iría mejor. Su afirmación de que “el caso Malaya ha destruido España” ilustra muy bien esa concepción de la corrupción como especie de maternidad bienhechora para el pueblo. Sin gente como él, dice, no podríamos vivir. El dinero siempre crece sucio, hacen falta agallas, astucia y destreza para manejarlo y multiplicarlo sin asquitos, y ésa es su encomienda. Estoy seguro de que él piensa que no tendría que estar siendo juzgado, sino homenajeado. Resulta curioso la cantidad de gente que quiere salvarnos haciéndose ellos ricos primero.

Sandokán, el personaje de Salgari que se hizo pirata o bailarín contra el Imperio Británico, es uno de esos proscritos románticos obligados a pasar al otro lado y a usar la fuerza contra la injusticia. Era un príncipe depuesto, así que servía como metáfora de la lucha del poder legítimo contra el poder usurpador. Este otro Sandokán de aquí, que sólo le copió la peluquería, es lo contrario. Él representa ese poder usurpador, el veneno y la intriga que quieren someter a la ley. Él pelaba pollos y pensó que podía hacer lo mismo con pueblos, paisajes y cabildos. Los que creen que sólo manda el dinero son como los que creen que sólo manda la espada. Ésta es la época que nos tocó, la de piratas sin romanticismo, sin causa y sin enamorada. Sólo peladores de pollos que quieren quitarse la peste a corral con millones, mangazos y horteradas.

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