13 de marzo de 2012

Hoy viernes: Camps en San Gil (3/02/2012)

La Macarena, que llora encajes y supura esmeraldas por los toreros, ha recibido la visita de Camps, que ha ido a verla como tras una cornada. Que te adopte la Macarena significa que ya formas parte del folclore castizo, y es lo que les está pasando a estos políticos que vienen de juicios como corridas de toros y de la nueva ópera nacional del trabuco. El político oscuro ya es otro majo. Este sufrido y pillo país de futbolistas y barberos, de cojos de iglesia y políticos de verbena, quizá necesita una madre silenciosa que parezca enternecerse por todo y otorgue consuelo y perdón indiscriminado con la respiración de las velas. No es que salga uno de la iglesia con el milagro en el bolsillo, ni con una Copa de Europa, ni con la taleguilla santificada, ni con las culpas lavadas en cera, pero una Virgen vuelve un poco niños de comunión igual a altivos matadores que a plantillas del balompié que a políticos balconeros, que pierden su ferocidad o su roña y ganan una especie de nácar del alma abrillantado. La Virgen da paz y honores, ante ella se han postrado lo mismo generales que curritos, que han creído que les bendecía sus batallas o su pan duro y les prestaba el fajín, o al revés. En realidad, las Vírgenes, acericos de Dios, miran siempre igual, hacia dentro de sus puñales, se arrodille un pobre o un poderoso, un justo o un malvado. La Virgen, que no sabe nada de toros, ni de fútbol, ni de guerras, ni de política, ni de miseria, ni de justicia, porque está hecha del mismo silencio y la misma ausencia que Dios, se hace madre de cualquiera porque los hombres le han inventado ese oficio de madera.

Camps, no culpable, quizá quería que tras los juicios de los hombres viniera el juicio de Dios, en el que siempre ganan los fuertes porque Dios no se mete en esas cosas. Ay, si los dioses aún fulminaran con rayos y flechas de oro y maremotos nacidos de sus barbas... El romance de valentía de Camps tenía que terminar en San Gil, como la copla. No era el perdón ni el agradecimiento lo que buscaba, sino ser definitivamente un personaje de romance, de tragedia española, acabando ante el sagrario con las perlas de sus penas ofrecidas en penitencia. Pero bajo los mantos de las Vírgenes se han refugiado tantos piadosos como canallas y esa estampa no nos dice nada, salvo que seguimos siendo fetichistas y folclóricos, que el PP no ha abandonado su tradición pilonera aunque se quiten la corbata en los mítines, y que Arenas y Zoido aún se prestan a hacer de monaguillos del partido en dulces domingos de perdón. La Macarena, con el corazón punzado y los ojos ciegos de gemas de sal, acurrucada en el cielo de su lejanía o su indiferencia, absuelve o cicatriza a toreros y políticos. El perdón de Dios cuesta lo que una vela. El de los hombres, el de la ciudadanía, cuesta más.

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