18 de mayo de 2011

Los días persiguiéndose: Los adioses (5/04/2011)

Zapatero no se ha ido, le queda un año de presidente melancólico. Ese año de despedirse de los palacios y de los chóferes en que el gobierno del país lo llevarán de verdad las ayas de la casa, los segundones aspirantes, los pretendientes homéricos del PSOE. En política, un muerto no manda nada. Y en el PSOE no respetan ni el luto. A Rubalcaba y a Chacón ya los llaman presidentes en los mítines. Un año de guardar retratos y cerrar los pianos de la Moncloa, mientras va ahogándose en sus pasos, que ya suenan intrusos por las habitaciones y los pasillos... No sé si me gustan estos presidentes descabezados que dejan al país como un tren parado entre dos estaciones o entre dos días. No hemos sabido resolver bien aquí este asunto de las despedidas o las sucesiones de los presidentes. A Aznar le salió una abdicación, con toda la arbitrariedad y los susurros de las decisiones mayestáticas. Quizá el adiós más decente y guerrero es caer en las urnas. También es valiente y elegante el suicidio político, una dimisión vestido de duque o de samurái como la de Suárez. O anunciar que uno ya no va a ser candidato pero convocando sin dilación elecciones, para que el interregno sea más corto y las luchas de partido tengan lugar sin el presidente de cuerpo presente tanto tiempo, ahí estorbando como un gran saco con la vajilla rota. Si la limitación de mandatos estuviera establecida por ley, sería diferente: todo este adiós se asumiría mucho antes y se disolvería sin tanta teatralidad y llorera, que ahora parece que se nos retira un torero. Pero Zapatero se marchará como una novia que tarda mucho en hacer las maletas y el país no sabe ahora si está soltero o viudo, viviendo en pecado o solo como únicamente se puede estar en una cama solo.

Y aquí, en Andalucía, ¿qué decir? Chaves llegó obligado y se fue abducido, otros fueron defenestrados como tras una pelea de saloon, Griñán nos fue enviado como el Hijo de Dios y puede que se marche también igual, crucificado por los votos o los escándalos o las dos cosas. Zapatero anuncia primarias como el mecanismo natural del PSOE, pero aquí nunca hemos tenido de eso: los jefes del socialismo andaluz salían como tras un parto muy privado, con la corona ya puesta y el sillón caliente. Aquí ellos vienen y van por puertas secretas, por conversaciones vaticanas, por oscuridades de prestidigitador, sin que el pueblo vea ni oiga ni diga nada. No sé qué viento traerá a Andalucía el adiós de Zapatero, aquí donde nunca entró el zapaterismo, donde ha sido una moda así como afrancesada que sólo provocaba recelo y extrañeza en esta casta vieja que entiende la política como su particular equilibrio de familias de poder, clanes de pueblo y ganancias a repartir. Ya ven ahora la dimisión de Pizarro, por peleas de provincia... Sí, me pregunto qué será del zapaterismo, si morirá con su poeta, o si sólo sobrevivirá en Chacón el tiempo justo para el sacrificio en sus primarias o en las generales, o si Rubalcaba lo convertirá en neofelipismo, o si al perder las elecciones surgirá otro PSOE que nada tenga que ver con el flautismo de estos últimos años ni con su pasado anterior de pana gruesa y corrupción. Zapatero dice adiós sin irse, y a mí me gustaría que fuera un adiós no a su persona ni a su ceja, sino a esa manera ñoña, torpe, fracasada, infantil y espiritista de gobernar. En Andalucía lo que ocurre es que estamos en otro mundo y tenemos otro partido socialista. El PSOE andaluz dirá adiós a su manera, y me da que será más como un cataclismo o un hundimiento, y no como este melancólico adiós de Zapatero, adiós de actriz o futbolista.

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