18 de mayo de 2011

Los días persiguiéndose: Guerra total (19/04/2011)

En Sevilla se van a juntar las rotondas de Lego, las Setas, la Semana Santa, la Feria y las elecciones municipales en un glorioso polverío. No hay pueblo que no esté levantado, con las cañerías en tendederos, ni en el que no haya inauguraciones de palmos de cemento, con las hormigoneras como tubas de banda municipal y más políticos que albañiles. Hasta he visto a concejalas vestidas de pasarela supervisando alcantarillas con un séquito de recogecolas y timbaleros. Pero hay casi tantos alcaldes bautizando autobuses y poniendo cintas a las farolas como concejales sospechosos, punzados por las corruptelas. Los ayuntamientos duermen cuatro años con los mecanógrafos en sus fuentes y el dinero en oscuras valijas hasta que llegan las elecciones y todo se despierta y se menea como en el ataque a un submarino. Entonces se pone la grifería nueva y sale el fango antiguo, los ediles besan a los ancianos y a los semáforos y la oposición busca un trinque con nombre, que siempre lo hay. Por los ayuntamientos vinieron la especulación y el reinado de los ferrallistas y los conseguidores, pero no sé si creerme eso de que la corrupción municipal empezó para que los ayuntamientos pagaran la factura de la luz. Lo que ocurrió fue que el dinero siempre llegó sin vigilantes, que la policía no tenía costumbre todavía de mirar entre tanta burocracia y que desde la primera mordida, la primera comisión, se envalentonaron porque vieron que no pasaba nada. Florecieron los giles y se alicataron las costas con millones y cáscaras de marisco, pero ésos fueron los grandes castillos de la corrupción. Ahora, cualquier pueblucho tiene sus chanchullos y sus comederos de vividores, y en todas las concejalías huele a gallera sin necesidad de que se vean por el pueblo trasatlánticos aparcados en las esquinas.

En las ciudades unos repellan e inauguran y otros buscan presuntos. En realidad no sabemos de qué van estas municipales, cuando la guerra en la política es total. Han empezado en las escalinatas de los ayuntamientos la conquista o la defensa de autonomías enteras y hasta de la propia Moncloa, donde todos quieren llegar a pesar de saber que allí se termina siempre loco, triste y abucheado. Pero no menospreciemos estas elecciones que parecen sólo rotonderas, que ya algún rey tuvo que salir de aquí espantado como todos sus caballos por culpa de unas municipales. Al pueblo se le va a ir preguntando por su asco a los políticos en varias convocatorias sucesivas y creo que la venganza la pagarían hasta los carteros si también se pidiera opinión sobre ellos. Los concejales pringados y los alcaldes quemados se mezclarán con la crisis y el paro, Gürtel y la familia Chaves, los ERE y los funcionarios. En todas las bocas veremos mierda y baba, tantas verdades como insidias cruzarán España por todas sus siglas, se buscarán las tripas del enemigo donde se pueda, aquí o en Valencia, en Euskadi o en Aguirrelandia... Ojalá sepamos ver a los mentirosos desde igual de lejos, ojalá a los mangantes no les sirva el truco de diluir su corrupción en la de los otros, ojalá la culpa se quede donde está y no quiera cruzar las fronteras como los cuatreros.

Los pueblos están levantados, los alcaldes parecen topillos. Me dan cierta ternura porque se diría que desconocen que ésta es una guerra total en la que poco influyen sus nuevos merenderos. Las grandes corruptelas y las largas revanchas arrasarán sus pérgolas. Si sólo fuéramos capaces de ver el justo lugar de cada hecho y mentira, quizá estas municipales no parecerían el intento de empezar esa guerra total por el cuarto de las escobas.

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