18 de mayo de 2011

Los días persiguiéndose: Arreglar el mundo (10/05/2011)


“No se trata de arreglar el mundo”, dice el PSOE en su anuncio electoral. Yo creo que el mundo le viene grande hasta al PSOE, a pesar de la vocación internacionalista de la izquierda, o al menos de aquella izquierda de la historia que ya no sabemos dónde está, acaso perdida por sus herrerías melancólicas. El PSOE, en Andalucía, es en realidad un partido de comarquitas y ranchos un poco salvajes, cada uno con sus capataces y sus vacas. Bastante tiene con atender a ese movimiento ganadero, siempre con esos conflictos de lindes, hambre de pasto, cuotas de poder y reses muertas en los ríos que dan los clanes. El clan sevillano (con sus familias), el clan jienense, el clan alcalaíno y así los demás, lo que dan es un partido del prorrateo en un ambiente de polluelos piando por lo suyo. En que no se rocen, en que no se maten, en que todos duerman comidos, se va la energía del PSOE andaluz que luego no tiene tiempo, fuerzas ni recursos para ocuparse de lo público, para gobernar en fin. Por eso, todo lo fían a dos estrategias: por un lado, propaganda de atontamiento y autobombo, y por otro, sumisión absoluta de todo el tejido económico y social a su burocracia orgánica, otorgando favores a cambio de fidelidad, que es lo que se suele llamar clientelismo. Claro que no se trata de arreglar el mundo, que nunca tuvo arreglo. Pero es que el PSOE andaluz sólo trata de mantenerse a sí mismo, de manera que lo público no es un fin, sino un medio. Y esto no ha llegado a ser así por ninguna maldad intrínseca del Partido Socialista (no hablemos como Mario Jiménez), sino por la manera en que ha ido creciendo y asentándose en Andalucía, por tantos años de poder omnímodo que iban creado una bestia cada vez más gorda y difícil de alimentar y satisfacer.

El mundo es muy grande y quizá hasta es demasiado tarde para arreglarlo. Ya no lo intentan ni los héroes, ni los filósofos, ni los políticos, ni los economistas. Ni siquiera los poetas, que son los primeros que se venden a una diputación para que les publiquen sus suspiros. Bastante hay con atender a la propia barriga, que no tiene ideales. Este PSOE no vería el mundo, o sea la globalidad, la totalidad de las cosas, que es la única manera de alcanzar algo de sabiduría, ni con un telescopio pegado a las narices. La política es pequeña y mezquina. Es incapaz de verse a sí misma y ver los asuntos públicos con perspectiva, es decir con distancia. La política es un gran armatoste erigido sobre pequeñas ruindades que empiezan en el último concejal que llega al comedero y terminan en los señores presidentes. Y este armatoste mira siempre hacia abajo, a sus pies tambaleantes, y hacia dentro, a su propia arboladura, pero no hacia el mundo, la realidad, la gente. Los partidos, en general, se han hecho demasiado grandes, demasiado piramidales, demasiado iglesia, y, como digo, ese desmesurado metabolismo basal que necesitan para su propio funcionamiento lo absorbe todo y lo que queda para ocuparse de los asuntos públicos es una cantidad de energía y tiempo residual, apenas para ir disimulando ante los votantes. Esto, que es un mal común a todos los partidos, ha alcanzado el máximo grado en el PSOE andaluz, paradigma del partido atrofiado, con tantos mantenidos y arrimados que no dejan sitio para nada más. “No se trata de arreglar el mundo, se trata de arreglar tu mundo”, dice el anuncio, olvidando que quizá es lo mismo. Las dos cosas requieren mirar a la realidad exterior y ocuparse de ella. El PSOE andaluz, menos que ninguno, puede hacer esto. Sus clanes, sus equilibrios, sus vividores, se lo llevan todo. Es como una gran ballena encerrada en una habitación, intentando seguir respirando y que no la aplaste su propio peso mientras mira por una ventana esmerilada. Lo que hubiera sido de Andalucía si hubiese llegado al pueblo todo lo que se comió ese monstruo...

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