25 de enero de 2011

Los días persiguiéndose: Bob Esponja (11/01/2010)

En la cabalgata de Reyes de Sevilla pasearon a Bob Esponja, personaje con cara de edredón que habita en tres mundos submarinos: el suyo, el de la infancia y el de la televisión. Nunca he visto su serie, no sé de qué van sus aventuras, pero pensé que la estrella de Belén apuntaba este año al plástico, que la religión ya va por Spiderman, que los mitos consisten en pintarles ojos a las piedras o a las nubes y en hacer hablar a las serpientes o a los gusanitos, que el cristianismo también es merchandising y que los dioses de los niños y los de los adultos comparten cunita. Los mesías se van abaratando e infantilizando, su corte empieza con ángeles y palomas sopranos y ejércitos con espada flamígera, pero termina en un té de muñecos. En la política ocurre lo mismo: del estadista al nini, del gobernante al señorito, del político al mequetrefe hay muchas gradaciones posibles y en estos tiempos nos ha tocado verlos en lo más bajo. Los niños creen en Jesús o en los Reyes o en Bob Esponja indistintamente porque es lo que está encima de la carroza o del mueble bar. Los ciudadanos creen en el gobernante porque está en el sillón y en Canal Sur. Hacer teología con Bob Esponja y hacer política con los gobernantes que tenemos quizá sea el mismo absurdo. Sólo dejan lugar para la creencia de los chiquillos, las cabalgatas con azúcar y ese lenguaje desaforado de ojos, bocas y manos gigantes que a los adultos debería horrorizarnos.

Bob Esponja puede estar en una cabalgata o en el mismo pesebre de Dios, e igualmente cualquiera puede estar en un cargo, una consejería, un ministerio, una presidencia. Los ninis de Griñán, que en vez de declaraciones hacen anuncios de clics de Playmobil, que en vez de discursos dejan suspiritos, que en vez de inteligencia usan plastilina; estos ninis, digo, no son dibujos animados sino hijos naturales de esa macabra decadencia de la política que ha culminado en el infantilismo y la memez. Y quizá el primer Bob Espoja de esta nueva era política fue Zapatero, que hemos visto que no era Kung Fu, un sabio tranquilo, un cuidador de flores de loto, el que hablaba con las constelaciones a través del rocío y las ardillas, sino un niño que, como niño, desconoce el valor de las cosas, del dinero, de la vida, y por eso puede llevarse todo el tiempo persiguiendo una rueda de colores, o abrazar dulcemente a un gatito hasta estrangularlo, que es lo que parece que ha hecho con España. Aquí, en Andalucía, nuestros gobernantes ya hace mucho que nos hablan y tratan como a niños, pero aún había en Chaves y su generación cierta postura de padre atabacado en su butaca. Ahora son niños gobernando a niños, y esto es ya la casita de chocolate sin siquiera una bruja.

Crecer nosotros, si no crecen nuestros gobernantes, es lo que deberíamos hacer. Empezar por rechazar el caramelo, el besito, la cancioncita; repudiar a los políticos que vengan hacia nosotros con el babi y las trenzas a cambiar cromos o a ofrecernos un peluche, exigirles que nos hablen como adultos y traigan la voz grave y la lógica pulcra, y menos corazoncitos pintados y más números por delante, y menos hacer palmitas y más doblar el espinazo, y menos hadas y más realidad, y menos 'y tú más' y más voluntad, y menos chupete y más respeto para la ciudadanía. Estamos atrapados entre los listillos vividores de lo público y los tontos con cabeza de esponja que hacen política de mocosete. Menudo panorama. Lo de ver a Bob Esponja en la cabalgata de Reyes no es nada. Lo malo es verlo sentado entre teteras cantantes en los palacios de la Junta.

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