14 de diciembre de 2010

Somos Zapping: Felicidad Interna Bruta (13/12/2010)

Ecología alucinógena. Yo no sé si las burocracias salvarán al planeta en Cancún o aquí, pero a veces da la impresión de que el medio ambiente se ha convertido básicamente en un negocio bajo techo. Creo que ya hay más dinero para congresos, conferencias, ponentes, azafatas, folletos, stands y pantallones con cascadas que para la dolorida Madre Tierra en sí misma. Y eso que muchos de estos concilios se limitan a ser un mero alucinógeno (recuerden lo del “ecofeminismo” en Sevilla). En esto pensaba yo mientras Ezequiel Martínez, nuestro hombre de la intemperie de Tierra y mar, nos hablaba del Congreso Nacional de Medio Ambiente celebrado en Madrid. A pesar de que este hombre ya nos tiene acostumbrados a que, cuando no está soltando soflamas políticas, levita en efluvios de misticismo verde, lo que destacó del congreso me dejó completamente anonadado. Atentos a la “filosofía que viene pegando fuerte”, perla de este evento según nos contaba: la “Felicidad Interna Bruta”. ¿Que qué es eso? Pues así lo definían: “La Felicidad Interna Bruta, frente al Producto Interior Bruto, (...) pretende hacer más feliz a la gente fomentando las relaciones humanas y el respeto al hombre y a la naturaleza en contraposición a la tiranía de los mercados”. La cosa es para preguntarse si de verdad queda alguien que se preocupa del medio ambiente o sólo se dedican a esnifarlo. Por cierto, ¿será la misma felicidad interna bruta con la que nos conforman en Andalucía para que no atendamos a la pobreza, al paro o a la incultura? En esto ha devenido el ecologismo, en negocio de conferenciantes mezclado con religión sioux y consuelo para subdesarrollados a los que hacen creer que su miseria cura el planeta. ¿Serían capaces de defender ese paradigma en Haití o en el África de las moscas? Bueno, en Andalucía ya lo hacen la Junta y Canal Sur. Pobres, felices y en cueros al sol... Demasiado nos suena eso aquí como para no ver la trampa.


Burrada lunera. No dejamos Tierra y mar, que une la chorrada con la magufería sin solución de continuidad gracias a su habitual cabañuelista, especie de hechicero del relente. Al buen señor le dio por decir esta semana que la luna, igual que provoca las mareas en el mar, y ya que somos en gran parte líquido, también provoca “mareas internas” en el cuerpo humano, y eso son los “biorritmos”. Esta vez, ante semejante barbaridad, mi espanto pudo con la risa. Hombre, la gravedad de la luna (y del sol) afecta visiblemente a los océanos por la gran masa de éstos, pero en el caso del cuerpo humano, dada su poca masa, esta influencia gravitatoria (en nuestros líquidos o en nuestro huesos) es despreciable. La atracción gravitatoria de una persona sentada a nuestro lado ya es millones de veces mayor que la de la luna. Además, las mareas se producen por la diferencia del efecto gravitatorio del sol y la luna sobre los océanos en distintos puntos del planeta, pero, evidentemente, no hay diferencia medible de esa atracción en un lado de nuestro cuerpo respecto al otro. ¡Pero si hasta en mares como el Caspio las mareas son inapreciables! Sí, un mito ridículo, pero aquí estamos acostumbrados a la avilantez de la ignorancia, exhibida con normalidad y hasta con orgullo, y más cuando viene etiquetada como “sabiduría popular”. Pues ahí quedó la burrada lunera y ahí sigue el cabañuelista o brujo con un espacio fijo para su oscurantismo y sus ventoleras mentales, patrocinado por la televisión pública.


Veredas y estiércol. No daríamos tanto la lata con Tecnópolis si se llamara, un poner, Veredas y estiércol. Se entenderían entonces los reportajes sobre huertas de rábanos o ciclistas hablando de yerbas, y los largos minutos de gente cogiendo pimientos o enseñando molinos de agua, mientras una noticia sobre biología sintética la despachan en 10 segundos. Pero en el fondo yo creo que lo suyo es el humor. Nos hablaban sobre el caviar ecológico que producen en una piscifactoría y, después de decirnos su precio, 2.000 euros el kilo, la reportera remató que es “un manjar que podemos disfrutar estas Navidades en nuestra mesa”. ¿Quién dijo crisis? Veredas, estiércol y risa, eso es.


Positivismo flamenco. El flamenco universal ya nos ha traído su programa, con Jesús Quintero flotando en una ingravidez de sillas de enea. Pero para que no digan que me ensaño con el arte jondo, sólo citaré una frase de Curro Carrasco, de Navajita plateá, que salía felicitándose por la distinción de la Unesco: “Esto es un positivismo (sic) para la etnia gitana y para el flamenco y para todo el mundo”. Pues ea, filosofía positivista y cultura para estar orgullosos. ¿Será esto también parte de la felicidad interna bruta?

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