14 de diciembre de 2010

Los días persiguiéndose: Los propios dioses (23/11/2010)

Hace poco, el gran Shakille O`Neal, que ahora sestea sus kilos, su edad y su leyenda por la zona de los Celtics, declaró que quería viajar a Transilvania, ese lugar que parece que produce su propia noche sólo con el nombre. Acababa de descubrir el hombre, en un documental de la tele, que el Conde Drácula está basado en un personaje real, Vlad el Empalador, y quería visitar su castillo. Cándida ignorancia la del mítico center, tan americana. Por cierto, Shakille O’Neal lleva en su muñeca una de estas pulseritas mágicas de moda… Será que la ignorancia se busca a sí misma, como el dinero.

La Junta de Andalucía ha multado con sólo 15.000 euros a la empresa de Marbella que distribuye aquí esas pulseritas chorras cuyo “poder” reside en un misterioso “holograma” que, afirman, aporta salud, equilibrio, flexibilidad, fuerza y no sé cuántas cosas más al “encajar con las frecuencias que reaccionan positivamente con el campo de la energía natural del cuerpo”, según leo en su delirante publicidad. De momento, a Shakille no le ha servido para aprender a lanzar tiros libres, pero, claro, eso sí que sería un milagro.

Por supuesto, la pulsera es una auténtica estafa, charlatanería sin pies ni cabeza, como ya han denunciado científicos y asociaciones de consumidores. La pulsera ayuda tanto como una calcomanía, pero parece que no podemos desembarazarnos de la magia. He comentado alguna vez ya los principios de la magia simpatética, imitativa o contaminante, o sea: lo semejante produce lo semejante, los efectos se parecen a sus causas y lo que ha estado en contacto con algo mantiene su conexión incluso a distancia. Son relaciones causales sólo aparentes, inferidas o imaginadas por una mente infantil, precientífica. Como bien nos explicaba James Frazer, la magia es una especie de “tecnología ficción”, aunque no recuerdo si esta expresión es suya. Antes, todo eso se hacía con palitroques, huesecillos o trapos, pero nuestra ciencia, la ciencia verdadera, lejos de acabar con la superchería, encima le ha suministrado a ésta un abundante catálogo de términos que ahora, tras retorcerlos y vaciarlos, estos nuevos brujos usan para engatusar a las mentes simples de este tiempo tan tecnológico. “Vibración”, “energía”, “campo” o “magnetismo” son de los más populares. Ahora, su vudú se presenta hasta en aparatitos, o, como en el caso de la homeopatía -otra engañifa- pretende una apariencia científica rodeándose de matraces y disoluciones a la vez que ignora la discontinuidad de la materia y hasta el número de Avogadro (los preparados homeopáticos pueden llegar a no contener siquiera una molécula del principio original, o sea, ser sólo agua destilada). Así, pulseritas mágicas, agua imantada (¡pero si el agua no puede imantarse!) u homeopatía se han ido sumando a otros timos de mancias, tarotistas, astrólogos y videntes, sin que nadie haga nada, ni siquiera protestar.

15.000 euros le pone de multa la Junta a esta millonaria estafa… ¿Será porque Leire Pajín, Ministra de Sanidad y Brujería como la llaman ya, usa esa pulserita? ¿Están nuestros ministros al nivel intelectual de Shakille O’Neal? Todavía recuerdo a Chaves, en Tengo una pregunta para usted, prometiendo incluir la homeopatía en el Servicio Andaluz de Salud. Sí, la consulta estaría justo al lado de la de magia negra de familia. En el fondo, el pobre Shakille O’Neal no tiene culpa de nada. Así es la sociedad ignorante, crédula, supersticiosa y científicamente analfabeta que hemos conseguido. Ya lo dijo Schiller: “Contra la estupidez, los propios dioses luchan en vano”.

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