13 de febrero de 2010

Carnaval de Cádiz: Crisis con eternidad y chochos (13/02/2010)

El Carnaval de Cádiz vive ennoviado con su eternidad y sus tirabuzones, por eso las murallas, las barquillas, los alcaldes, los cuernos, las vecinas, las piochas, el adobo, los carajos, la miseria y la alegría parecen la misma Biblia recitada. No es tanto la actualidad zarandeada por la calle como esa novia que ríe, llora y reza por el viejo amante de siempre, loco, pobre, rendido, ocurrente, rijoso, pollón, melancólico y lunero. Una crisis, un terremoto, un político o una moda apenas cambian esa eternidad, pues Cádiz ya sufrió todos los piratas, todos los puntazos y toda el hambre y nada es nuevo en esa ciudad tallada de bronce y espuma. El pueblo canta como tejiendo la misma mantita, y la noticia, la anécdota, el tema que toca cada año, sólo es un fondo radiofónico para esa antigua tarea de mecedora.

Ahora, eso sí, hay más dinero, más intereses, más contratos, más politonos (Canal Sur anunciaba constantemente durante el concurso de agrupaciones la descarga de estribillos para el móvil). Quizá hasta más miedo, o al menos cierta domesticación. Los cantores callejeros salieron de Cádiz, se hicieron profesionales, los llaman las diputaciones, los tienta Canal Sur con fama y la Junta con premios. Antes sólo estaban el aplauso del Falla, la gloria del gallinero, el tribunal supremo del pueblo como dice este año la chirigota de Vera Luque. Empezó la cosa por El Melli y siguió con Canal Sur, y ahora ya hay siempre sospecha de autocensura y compraventa, contra la pureza de la tradición, del descaro, la valentía y la rabia del que no pierde nada por decir sus verdades con el corazón estallado en la garganta.

Seguramente el Carnaval es ahora menos político, menos contrapoder, y más contemplación de los atardeceres, las callejuelas, los bajos y las desgracias tremendistas, córvidas y facilonas. Entre el Antonio Martín que allá por 1985, con Entre rejas, era capaz de acusar a Felipe González de traición a Andalucía, y el que este año, con Los caballeros de la piera reonda, requiebra las voces con abortos, maltratadores, etarras, obispos y niños de Haití, hay toda una rendición y quizá una decadencia más tristes que sus enterramientos.

Será por esa eternidad en la que no se mueven las postales de la Caleta ni el pelo de las niñas piconeras, o será por el amansamiento de estos tiempos tan venales, pero la crítica suele ser una queja atemporal, intercambiable, sin nombre; las injusticias remiten a los dioses, los abusos no llevan firma. Manolo Santander se ahogaba y se hundía en El submarino amarillo al ver como la Constitución y las leyes suenan “a sucia mentira en las bocas de los que gobiernan”, pero esa letra podía servir ahora y hace 10 años, para un partido o para otro, para aquí y para el valle de Arán. “No me callo ni debajo del agua”, decía entre futbolista y hombre rana en su estribillo, pero su voz diluida y su grito de atrapado por un pulpo no decía nada en realidad. Otras veces, la crítica pierde su gas vaporizándose por todo el mundo. La comparsa de los Carapapas, G-15, había formado toda una ONU guasona de estadistas ladrones, payasos, piratas, mentirosos, locos, marionetas y mafiosos con el atrezo completo, para dar patadas en la boca al capitalismo con puro, a esa política de escalinata de las grandes cumbres y, en fin, a un objetivo tan ancho que no dolía. “Ratas por los despachos y ayuntamientos” les salían a ellos por la boca, pero se perdían en tanto mapa. “Yo no dejo este asiento, primo, ni con agüita hirviendo”, insistían, pero sus políticos y sus corruptos eran arquetípicos, universales, y su rabia de “currantes que pagan los platos rotos” una pose demasiado borrosa. “La crisis ha llegado a la banca, pero no hay que ser pesimista: tranquilos que vuestros ahorros están en las manos de gente muy lista”, acertaban a decir con ironía, pero otra vez sonaba a esa culpa del dinero malvado, tan repartida como extranjera. Algo parecido ocurría con la comparsa Si no existiera el dinero, que traía una especie de acracia con papelillos, a hombros de un obrerismo lacrimoso. Por lo menos, los de G-15 sí se atrevieron con Zapatero: “Para contrarrestar el nivel de parados, que es el más alto de Europa, Zapatero improvisa una ayuda y les tapa la boca”.

Esa es otra, los pocos nombres, los pocos culpables señalados con el dedo. Para encontrarse un dardo contra Chaves, por ejemplo, hay que remontarse a preliminares (*). El coro La Academia decía esto en su primer cuplé en el Falla: “Este Zapatero es un tipo listo, y aunque de la crisis no se le ocurre cómo salir (...), ha logrado algo que era imposible de conseguir. José Luis, tú si que vales, mi agradecimiento de corazón por llevarte al Chaves”. Además de este coro, semifinalista, creo que sólo la comparsa cordobesa Los fabulosos, que no pasaron ni a cuartos, se atrevió a dedicarle una letrilla al ex-presidente, en este caso reprochándole su marcha sin solucionar los problemas de Andalucía. Zapatero sí ha salido más. La chirigota del Yuyu, que iba de jeques alérgicos a la pala, le decían por ejemplo esto: “Ahora para jubilarse te piden dos años más; yo pido para Zapatero otros 12 ó 13 años, pero dentro de Alcatraz”. Claro que esta crítica, teniendo en cuenta la afición del Yuyu a cantarle a la flojera, no viene tanto de la preocupación por la política como de la pura haronería. Pero con lo que no ha podido competir Zapatero ha sido con el estrellato de sus hijas que, por ejemplo, para la chirigota de Vera Luque, Los que van por derecho, hicieron a la mujer de Obama pedir a éste que echara “flin” en el cuarto de baño porque había visto salir a dos cucarachas gordísimas. Pobres chicas, carne de chirigota más que su padre. Pocos nombres políticos más, aparte del clásico que es Teófila, a la que, por cierto, junto a todo el PP gaditano, la comparsa de Tino Tovar, Volver a empezar, atizó durísimamente con su garrote de hombres primitivos, llamándolos “mafia”.

Y claro, la crisis. Una crisis con más peso, más caídos y como con más escorbuto que el año pasado, aunque también a menudo sin responsables y como mera excusa para la gracia. El Yuyu, jeque que antes en el váter “se limpiaba con billetes de 500”, ahora “tiene monedas na más, porque estoy cagando suelto”. “Con la crisis -añadía- ahora pago con un yate... Ya te pagaré otro día”. A uno de los estribillos más populares de esta edición llevaron la crisis Los pre-paraos, incursión del famoseo sevillí en el Carnaval gaditano, con César Cadaval, José Manuel Soto o Monchi haciendo de ellos mismos aunque con miedo de acabar de albañiles: “¿Quién ha dicho que la crisis no se nota? ¿Que no se nota? Po a ver qué carajo hacemos tantos artistas en un chirigota”. Pero no se quedaron en el estribillo: “Por ella, por la puta crisis, no tengo una gala; por ella voy a terminar con el pico y la pala”, cantaba José Manuel Soto. “Cádiz: Cuatro millones de parados... Tres y medio son de aquí”, recitaba César Cadaval. Y seguía: “Cádiz: antes veía uno en la publicidad los BMW, los mercedes, los audis... Tenerlo en cuenta, ahora mira uno y sólo hay filetes de pollo del Supersol a 2,40”. Añadieron luego sevillanas: “Almonteño déjame... 7500 euros”, o “esa gitana, esa gitana, le debe tres recibos a Sevillana”. Y remataron con esta rima lapidaria: “En Cai no hay dónde currar, y hasta las olas que llegan, se van quedando parás”. Las comparsas se pusieron más tristes y dickensianas, con todo sus hatillos de pobre, y nos sacaron desde mujeres que rebuscan en los contenedores a dolorosos embargos. “Creíamos que éramos ricos, que España iba de maravilla; resulta que ahora el tercer mundo lo tenemos justo aquí en la esquina”, decían los de Medio siglo.

Se ha visto mucho municipalismo gaditano (el 2012, sobre todo, “placebo de este pueblo” según Los parapapá), pero pocas referencias a asuntos andaluces. Apenas la crítica del Canijo a esa deuda histórica pagada en solares y una hilarante ironía sobre nuestro sistema sanitario por parte de Los falsos del Love, con jacuzzis y revueltos de jamón en las urgencias. Y si acaso se mencionaba la corrupción, todo era Gürtel, pero nada de aquí. Alguna guasa muy general pero atinadísima sobre nuestro carácter, extrapolable a la política, ha sido ésta: “En este cuerpo no hay corrupción (...) porque somos andaluces y queremos que se note. En nuestra comunidad no le damos autoridad al primer carajote”, decían los de la chirigota La Pasma, policías autonómicos con cachiporra e intención. En Las noches de bohemia de Juan Carlos Aragón también nos reñían porque “a este pueblo no es que le pesen los huevos, es que no los tiene”. Lo más osado, este pasodoble de Medio siglo: “Seguimos siendo los de abajo, lo nuestro es que no tiene cura. No digo que no ha mejorado, pero al más tonto le aseguro que seguimos en la cola del paro y somos para Europa el culo. 30 años de democracia, Estatuto y cuatro presidentes: Escuredo, el Borbolla y Chaves, el Griñán y siguen los de siempre. Y mientras que en Andalucía sigamos en el furgón de cola, la sangre de don Blas Infante, derramada en balde, sigue en Carmona”. Y lo más doloroso, la denuncia del sindicato de la Policía Local de Cádiz contra el Taca, por una crítica de su chirigota Los famosos al cuerpo. Qué poca vergüenza poner una denuncia por una letra de carnaval. Y qué manera de darles la razón.

Por lo demás, lo de siempre. Paisajes de La Viña y chochos de Loreto, la genialidad del Selu y mucho metacarnaval con sus esencias, deserciones y valentías; la libertad gritada como un lema sin castillo y más toros de la película de Tom Cruise y lagrimitas de arlequín que crítica con puntería. Pero el Carnaval de Cádiz es su eternidad y hoy empiezan, otra vez, a no contarse las horas.


(*) Fe de omisiones: Se me pasó, entre tantas notas, el tango que el coro de Julio Pardo, El batallón de la libertad, le dedicó en cuartos al exiguo patrimonio de Chaves.

No hay comentarios: