30 de noviembre de 2009

Somos Zapping: Miénteme (29/11/2009)

Caníbal. Le dediqué un parrafito la semana pasada por encoloniarse de calidad televisiva y creerse que había fundado la filosofía de los camioneros, el suspiro de los coyotes y el purgatorio de los silencios, cuando su programa en realidad atiende cada vez más al morbo, al payaseo, a la frikada, a su propio armario de chalecos y a sus lanosidades mentales. Pero no sabía yo entonces lo que Jesús Quintero tenía preparado. La estrella de Ratones coloraos no iba a ser esta vez ni un chistoso de carajos, ni un zumbado del levante, ni un artistilla desmaquillándose, ni un pregonero de pueblo, ni un amigote de mantel, ni un millonario malcasado, ni un político con las fotos de su primera comunión. No, la estrella iba a ser Francisco Javier Delgado, hermanastro de Miguel Carcaño, el “asesino confeso” (no dejaba de decirlo en todas las promos) de Marta del Castillo. Y así, lamiéndose como el gato que aparenta, Quintero se acomodó en uno de los momentos más enfermizos y repugnantes que yo le recuerdo, agigantado si cabe con sus patéticos esfuerzos por convencernos de que ese paladeo del morbo y esas ganancias que le vienen de la tripería televisiva suponían en realidad un alarde de purismo periodístico. Lo hacía, dijo, “por si puedo contribuir a esclarecer el caso y a que aparezca el cadáver de Marta”. Sí, lo mismo pensaba que aquello iba a terminar en confesión o desenterramiento. No, sólo le dio un rato de gloria a un sospechoso mientras caían las monedas como en charcos. “Yo no soy juez ni quiero suplantar a la Justicia ni al jurado -insistía-, yo no dicto sentencia, (...) me limito a ser un periodista”. Más que un periodista, me pareció un caníbal ahíto y chorreante. Lo dije la semana pasada: Quintero es ya tan venal como la más supurante telebasura. Por la audiencia y el dinero hizo que su programa apestara a hiena. Y sin dejar él de encoloniarse.


Microgestos. Habían salido los agricultores a la calle a llorar su hambre y sus cebollas, pero en Madrid, en un acto que parecía una vuelta ciclista, el PSOE predicaba el advenimiento de su Era de Acuario, con el sol como una margarita. En las noticias de Canal Sur, su “economía sostenible”, su jardín colgante, su tetería del dinero, su especie de futuro en pelota, hacía con los políticos socialistas algo así como un desembarco de hawaianas. Están en las nubes, con serpentinas y cocos, mientras aquí todo se hunde. El caso es que, durante la noticia, me fijé mucho en Chaves. Debe de ser porque me he aficionado a esa serie, Miénteme, inspirada en Paul Ekman, el famoso psicólogo asesor del gobierno americano que desarrolló un método que casi permite leer la mente a través del lenguaje corporal y las microexpresiones faciales. Un poco entrenado en todo eso, pues, me llamó la atención la forma en que Chaves desvió la mirada justo al saludar a Zapatero, así como su sonrisa permanentemente apretada, forzada, falsa, que además en el momento del saludo se curvó brevemente hacia arriba por un lado. “Desprecio”, hubiera dictaminado enseguida el protagonista de esa serie, además de añadir que ni Chaves se creía esa patochada de acto. Yo no soy Paul Ekman, pero la cosa cuadra. Estoy deseando pillarle microgestos cuando hable del caso Matsa.


Notición. Minuto ocho de los informativos de Canal Sur. La noticia, “las cada vez más escasas capturas de quisquillas en Motril” y “el estudio que la Universidad y la Diputación han iniciado para diferenciarla de especies parecidas”. Vaya manera de jerarquizar lo noticiable, con la que está cayendo. Flipo.

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