1 de octubre de 2009

Somos Zapping: La guasa y el talento (27/09/2009)

Ardentía. No soy de los que piensan que en Cádiz City la gracia está amontonada igual que en El Melli. Eso es un mito que a mí, que pasé allí algunos años, se me vino abajo pronto. Hay un genio que Cádiz reparte como con cucharillas de plata y que le puede tocar a un Beni, a un Libi, a un Selu, pero también está el simple chufla que cree que los efluvios caleteros y el sol en adobo le tienen que hacer gracioso porque sí. Es lo que le pasa a ese tal Juan “El Ardentía”, speaker de La Caleta según rotulaban en Ratones coloraos, ése al que tuvieron que llamar la atención por decir chorradas por los altavoces de la playa y que ahora va de héroe gadita. Sin embargo, este hombre está tan lejos de la gracia como Cádiz de Estocolmo y sólo le ha tocado la compulsión de decir paridas con denominación de origen. Si hay algo peor que un malaje es un gracioso que se lo cree sin serlo, y eso es él. De gracioso sólo tiene la posturita, un meneo como de pistolero, un silbar las ches y un dejar la boca abierta tras las frases, tras sus “toquecitos”, que es como llama él al fallido intento de reivindicar su patria a base de memeces. “Son las tres, las tres menos cuarto en Rusia”, o “vienen medusas con mu mala idea”, decía por ejemplo a los bañistas, satisfecho, crecido, imaginando sin duda que todas las caballitas del lugar le aplaudían. De este calibre era su ingenio, que hacía a Quintero exclamar “ole” y “en Cádiz se entiende el ángel”. Lo que le pasa a Quintero, además de que enseguida ensaliva ante cualquier localismo, es que ha acabado creyendo, como tantos andaluces, como este Ardentía mismo, no sólo que la gracia nos sale naturalmente de las glándulas, sino que hay una obligación de ser o al menos nombrarse gracioso. Sin eso hay quien se queda sin identidad, sin esencia, sin barrio, sin nada. Y antes que aceptar ser nada, aquí preferimos mentirnos y pensar que es gracia lo que es guasa y que es arte lo que es chuminada. Vi la entrevista a este autogracioso esperando algún ramalazo de agudeza, pero sólo me encontré con un andaluz vulgar, sin humor ni talento, intentando agarrarse patéticamente a los flecos de una tradición o una tierra. Una sobreexposición a casetes de El Melli y solazo de La Caleta nos ha dejado a un gadita jartible que sólo tiene para aportar el regüeldo de su mote. Qué ardentía de tío.


Industria. Estoy deseando ver esa nueva serie del cura que, por los avances que nos enseñan en las noticias de Canal Sur, parece más bien Michael Knight. Padre Medina (me recuerda a aquel padre Mundina que tenía la voz de sus gladiolos) es una copia de una serie que ha triunfado en Galicia, pero aquí, nos dicen, la han adaptado “a nuestro lenguaje y a nuestras costumbres”. Lo mismo lo vemos, pues, discutir de teología con rocieros y capillotes, quién sabe. Pero yo quería hablar de la justificación que da el ínclito presidente de la RTVA, Pablo Carrasco, para gastar el dinero del contribuyente en estos folletines de sacristía, y que nos explicaba con ínfulas de mecenas en el informativo. La utilidad pública de ver a un cura en moto, como la de soportar esa larga indigestión de pelusa y lloriqueo que es Arrayán, está por lo visto en que “la ficción crea industria” y “favorece la expansión del talento”. Sí, no hay más que ver el talento que expande Rocío Madrid, que actúa igual que los sofás del atrezzo. En cuanto a la industria, eso sí hay que reconocérselo a Canal Sur en todo lo que hace: ha creado una colosal industria de amiguetes y arrimados, engordados a dedo a costa de las arcas públicas. Eso sí es talento: crear una productora y que Canal Sur te llame al minuto, o incluso meses antes. ¿Se referiría a eso Pablo Carrasco?

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