1 de octubre de 2009

La rumba del cambio (28/09/2009)

El día en que Soraya, esa niña con cerillas, bailó rumbas como una comanche en tierra enemiga, los augures nos dijeron que habían visto venir el cambio, el fin de Zapatero y su flauta, el derrumbe del Régimen andaluz. Ocurrirá o no, pero ayer el Partido Popular tomó Dos Hermanas, mina socialista con tres concejales del PSOE por cada uno del PP. Allí, donde Zapatero echa de comer a sus pececillos o tiburones y empieza o termina las campañas peinándose entre espejos, esperaba el velódromo de los grandes mítines, que parecía un cepo medio enterrado. No podemos esperar que este tipo de actos sean concilios ni ateneos; son lo que son, la celebración de una hinchada, un gospel de la unanimidad. Pero el PP mostró músculo, hambre, osadía, ante un PSOE tan dado a creer en Andalucía que le pertenecen los lugares, las esencias y las almas. Aquello se llenó como una gran balanza, más de 20.000 personas y las que se quedaron fuera, mientras los municipales alejaban a los autobuses tardones porque ya no cabía nadie más.

El PP venía sin figurantes, con los autocares llenos de devotos, y con más banderas de Andalucía y de la gaviota que la otra de los estancos. Cada vez cuesta más trabajo encontrar entre su parroquia al pijo que dé la estampa de la derechona. Había algún jersey por los hombros, alguna patilla de hacha y alguna pulsera rojigualda, pero es difícil distinguir ya sólo por el tipito a una pepera de Leire Pajín o a un pepero de Rafael Velasco, ese cachorro del socialismo andaluz. El mismo Arenas definió en su intervención un partido de butaneros y fruteros, dando sus nombres y las horas a las que se levantaban. Hasta se vieron mujeres con velo musulmán y una bandera saharaui como mentolando levemente el ambiente. Por eso mismo, y frente a ese cambio que se aprecia a simple vista, como si hubieran jubilado a todos sus antiguos marquesones y viudas de notarios, sigue sorprendiendo la contumacia del PP por afearse él mismo su estética. Tantas ganas de desabodegarse de los tópicos y nos traen de animadores a Los del Río y la rumbita tontipija de Siempre Así, para que no nos acordemos de esa derecha tan andaluza de caseta de feria. Sí, Los del Río, con un cuadro de gitanas de tapete de televisor, con sus ritmos culones, con bautizos de manzanilla y todo ese mal vino de lo rancio que exudan ellos. Buen símbolo para el cambio, la modernidad y la eficacia.

Bailó pues Soraya una rumba, con todo el chorus line del PP nacional y andaluz allí, disolviendo con eso ya un poco los gañidos con que Antonio Sanz se comía al PSOE y aupaba a Arenas, las diligentes cuentas de Montoro que subió al atril para enseñar el monedero vacío que ha dejado ZP, y los latigazos a los impuestos y a los desastres gubernamentales que arreaban el líder del PP andaluz, que sigue orlado de mesías, y el mismo Rajoy, que entró lentamente como un buque para definir al gobierno socialista con “la mentira, la soberbia, el sectarismo, la chapuza y la improvisación”. La cosa iba bien enfocada hacia su lema (“más empleo, menos impuestos”), hacia la economía, la gestión, la seriedad, la eficiencia. Pero luego siempre les ocurre lo mismo: suena un órgano desde arriba y de repente las hijas de Zapatero sirven para volver a las niñas de 16 años que pueden abortar (uno de los aplausos más estruendosos), se habla de la educación empezando por los crucifijos que les pesan tanto a los socialistas o a los techos de las aulas, y sacan a Mariluz y a Marta del Castillo como reclamando la justicia pistolera de Walker, ranger de Texas. O sea, el espantajo que tanto le sirve al PSOE para azuzarnos al dóberman, para reírse de su centrismo y para mantenerlos, al menos en Andalucía, en una oposición eterna como una vigilia. Ese día en que bailó Soraya, en que Rajoy quizá empezó a ser más que el paraguas que se dejó olvidado Aznar, en que Arenas se vio parando una catarata, puede ser el comienzo del cambio, sí. O sólo otra borrachera de la misma rumba.

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