31 de agosto de 2009

Los días persiguiéndose: Nudistas (17/08/2009)

Nudistas o crudívoros, creo que les envidio el lujo de que sólo les preocupe tener el sol en el culo como una rodaja, cuando el verano es una orilla de cocodrilos en el dinero y en la política. Nudistas o crudívoros, espíritus hechos de manzana y vello, sólo quieren un sitio en las playas de Cádiz, donde se siguen enamorando fenicios y morenas, dioses y platas, torres y estrellas, y que la naturaleza les haga allí rizos en el pubis con sus propias manos. Naturistas se llaman, lo que ocurre es que ya no sabemos qué es la naturaleza desde que el hombre también la socializó. Creo que lo único natural en el ser humano es oponerse a la naturaleza, escalarla, superarla, vencerla, precisamente porque está ahí. A la vez, lo natural en la naturaleza es que no se preocupe en absoluto por nosotros. Querer hablarle ahora a la naturaleza a través de sus tomates purísimos o de nuestras axilas peludas es más negar al hombre y a la/su naturaleza que recuperarlos. Lo natural no es ser monos de nuevo, sino seguir escapando de los árboles. Además, situar toda una filosofía, una moral, la esencia de la libertad misma, sólo en ese triángulo genital que separa a un nudista de un hamaquero, ya sea para ocultarlo o para glorificarlo, me parece de una atroz simplicidad. Hay también en el nudismo una reminiscencia de ese ideal tan judeocrisitano en el fondo que es la caída del ser humano a partir de su estado de naturaleza, antes del pecado original, antes de los ángeles con espada flamígera y del enfado de nuestro casero. Es decir, también reclaman una redención, la vuelta a esa Edad de Oro, que en este caso no viene por los dioses sino por hacer dunas con el cuerpo. Creo que el hombre no es más puro ni más perverso en bolas o en frac, creo en realidad que no tiene sentido esa “pureza”. Creo que no entiendo a los cuerpos como religión, pero tampoco son mancha en esas playas en las que el mar mete ahora la mano en la carne como en un cofre de monedas.

Nudistas o crudívoros, barbas en las pichas, collares de hortalizas... Ojalá el ser humano se hiciera bueno y sabio sólo por andar en pelota y abstenerse bíblicamente de la sangre hervida. Pero los primeros asesinatos con quijada se hicieron igual cuando íbamos desnudos. Hasta los nudistas tienen, aunque por oposición, la carne como símbolo del pecado. También son puritanos, dados la vuelta. No sé si nuestros políticos desnudos dejarían de ser corruptos y ambiciosos, no sé si un Griñán crudívoro y con escudilla (podría dar el tipo) cambiaría la ferocidad carnicera del PSOE andaluz. No sé, en fin, si es la hierba lo que distingue a la gacela del león o es otra cosa más complicada y honda en su/nuestra naturaleza. Nudistas, naturalistas, con margaritas nacidas en el pecho y vértebras tocadas como un piano por la madre tierra, sólo quieren un sitio en las playas de Cádiz, donde el sol es cargado por antiguos galeones. Yo se lo daría, aunque no hagan paraíso ni infierno, aunque no nos libren de las serpientes que susurran ni terminen de condenarnos a nada. Ojalá nos pudiéramos quitar todo lo sucio y lo feo de lo que somos, todo lo que acarreamos también en este verano aciago, y dejarlo sobre una roca. Ser niños sin dioses ni bolsillos.

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