8 de mayo de 2009

Los días persiguiéndose: Conversos (7/05/2009)

El cerdo es ese hermano comestible y ese cordero pascual de nuestra raza. La tan hispánica costumbre de matar y comer al cerdo en comunión de vecinos, paseado en sus baldes de sangre, fue en su origen una forma de ostentación de cristianismo viejo. Efectivamente, comer cerdo en público era una afirmación inequívoca a la vez que una prueba definitiva que ningún falso converso podría pasar. Los dioses son carnívoros cada uno a su manera, e igualmente sus fieles. El cerdo es tabú para unos y Cristo hecho tocino para otros, incluso a pesar de que los Evangelios nos cuentan que Jesús curó a unos endemoniados metiendo precisamente a esos malos espíritus en cochinos y haciendo que se despeñaran. Recuerdo que a Bertrand Russell le chocaba mucho este episodio bíblico, que a él le bastaba para negar cualquier pretensión de sabiduría o piedad en la figura de Jesús. El cerdo aún nos santifica, nos divide, nos engorda o nos enferma. Todavía seguimos haciendo patria alrededor del símbolo del jamón, especie de bandera cruda. Demasiado para un solo animal, esto de concentrar la nación, la cristiandad, el hambre y, ahora, la peste.

No sé si hay una prueba equivalente a la del cerdo para los conversos de la política, ésos que parecen judaizar su ideología en el secreto de su casa, sacando candelabros después de besar cruces, o al revés. Si la hubiera, se la aplicaríamos a todo el franquismo que se hizo de repente demócrata, a los leninistas que se volvieron juancarlistas, al socialismo que pasó a ser cortijo de señoritos, y así muchas combinaciones posibles más. Pero a mí me interesa la última conversión paulina, la de Rosa Aguilar, que parece que ha terminado tatuándose su propio nombre tras el frenesí de un súbito amor portuario, como en la copla. Es cierto que Izquierda Unida no ha escapado de su siglo, que es otro. Sigue atrapada en su cueva, rezando a sus viejos retratos de barbas y bigotes que han criado ya arañas, y no ha sabido ocupar ese espacio que hay para una izquierda republicana, moderna, laica, democrática, sensata. Las revoluciones pasaron como los duelos a florete y en el mundo globalizado no caben los koljoses, pero ahí insisten, vestidos aún como sus abuelos, de tizne y paja. Es fácil no estar de acuerdo con esta izquierda y quizá a Rosa Aguilar le pasa eso. Pero desengañarse de IU y juntarse con este PSOE andaluz que agrupa un verdadero aparato leninista con un concepto feudal de la política, es una suma demasiado grande de contradicciones y pecados. Rosa Aguilar ha desertado de la izquierda utópica y libertaria para entrar en la no-izquierda del progresismo escaparatista y la comilona pública, ha dejado la laicidad para comulgar con la religión institucional de Andalucía y ha soltado las piedras de afilar hoces para caer en la poltrona del conformismo, la inercia y los baños faraónicos. Eso no es salvar ni buscar la izquierda verdadera sino una rendición a la molicie del poder dentro de un partido que no es izquierda ni derecha sino la gloria de sus propios negocios y tabernáculos. A Rosa Aguilar la han invitado a algo así como a la matanza sociata del cerdo, esa prueba de fe, y de momento ha aceptado la morcilla de una consejería sin asquito ni remordimiento (¿la harán un día candidata, será la carita de santa que buscan para la renovación?). No es que la vayan a castigar los dioses ni la ortodoxia de la izquierda, que no existen, pero uno no cree que haya ido a encontrar la pureza o el pragmatismo de una ideología. De eso, bien lo sabemos, no hay en este convite en el que se ha metido.

2 comentarios:

yinyang mason dijo...

Eso que apuntas de que Rosa Aguilar podría ser la próxima candidata no es ninguna tontería. Veremos... Me alegro de saludarte y sigo sin saber cómo escribirte hermano.

yinyang mason dijo...

Eso que apuntas de que Rosa Aguilar podría ser la próxima candidata no es ninguna tontería. Veremos... Me alegro de saludarte y sigo sin saber cómo escribirte hermano.