23 de febrero de 2009

Feliz Carnaval de la crisis (22/02/2009)

A Cádiz la pusieron un día a buscar duros antiguos con la piocha y desde entonces no ha parado de escarbar. “Lo que es la miseria”, decía el eternal tanguillo del Tío de la Tiza. Cádiz acumula una crisis sobre otra como un romano sobre un fenicio o un levantazo que sigue a otro levantazo, así que ésta que vivimos coge a la Tacita y a su Carnaval ya viejos, resabiados, resignados, pasotas o entretenidos sólo en sus tirabuzones o en sus bajos, aficiones muy gaditanas. Ninguna crisis puede desplazar a los callejones bucaneros de La Viña, a esa Caleta un poco gondolera, a las puñaladas de los comparsistas, ni siquiera a las caballitas o al chocho de la vecina. A esto, que es así ya por el carácter del gaditano, hay que sumarle además, en los últimos tiempos, la dimensión de negocio que va teniendo el concurso y el abrazo del poder político que otorga premios, ofrece contratos e impulsa egos desde la plazoleta a la fama a través de Canal Sur. “¿Quién va a criticar aquí a los socialistas, a la Junta, a Chaves, estando pendientes de los contratos de la Diputación de Cádiz, o de Sevilla, para hacer giras?”, dice un joven autor, aún lejos de los premios. “Claro que hay todavía agrupaciones sinvergüenzas, pero como mucho llegan a cuartos”, explica, y luego añade, con guasa: “Lo mismo a partir de semifinales algunos se cortan menos porque ya no está el logo de Cajasol en las tablas”.

El único tipo remarcable con referencia inequívoca a la crisis ha sido el de la chirigota Los políticos, que, efectivamente, se quedó en cuartos. Eran paisanos en paro con el mono de Delphi, de Astilleros o de Skol acodados en una barra tras la que habían colgado las fotos de Calvo Sotelo, Suárez, Felipe González, Aznar, Zapatero, Chaves y (a su derecha) Franco, más una cabeza de toro que parecía condecorarlos a todos. Su primer pasodoble en cuartos era toda una declaración de intenciones: “Por el aro no paso yo, eso es para lo señores pelotas de los premios. Yo vengo a rajar, para mandar al carajo a cuatro mangantes y, si hiciera falta, a muchos más”, cantaban. En un cuplé dedicado a los cursillos de prevención de riesgos laborales, decían: “¿Cómo vamos a matarnos si no tenemos trabajo?”. Ya que “en el parlamento grande nos tienen a todos jodíos”, ellos prefieren estar en su “parlamento chico”, el bar, “bebiendo y criticando a este gobierno, al que vendrá y al que hubo, tomando una copita y a Zapatero que le den por culo”. Pero aun ellos se cuidaron mucho de mencionar siquiera a la Junta, dando sus babuchazos muy repartidos y sin nombre, a una casta política abstracta y atemporal. No dejaba de ser una crítica pasota o nihilista, en la que sus directos exabruptos y su estribillo (que era, literalmente, un pedo) los dejaba sólo en majaras enfurecidos.

A otros, la crisis parecía que sólo los empastillaba o los excitaba de masoquismo. La comparsa de Tino Tovar y Ángel Zubiela, Voces, que iba como de un africanismo fosoforito, incluso la llevaba a su estribillo, pero de esta curiosa manera: “Si la crisis los nervios te desata, si te disparata y te desbarata, en los Carnavales, no metas la pata, hazme caso bwana: Hakuna matata”. O sea, traduciendo directamente del swahili: “no hay problemas”. En el popurrí nos aclaraban que “cuando río te enseño cómo hay que tomarse la vida”. Sería una buena sintonía para Canal Sur. Parecían María del Monte con bongos. En esa misma resignación complaciente, en esa feliz rendición a la miseria, parecía instalarse igualmente la comparsa La secta de los Carapapas, dispuestos a “quitarse el hambre comiendo papelillos”. Por ellos, se pueden llevar de Cádiz las industrias y todo lo demás, “menos el Carnaval, que es sagrado”. También el coro Los Cañamaques, segundo premio, recomendaba a los españoles, “ahora que están tan tristes porque no llega para la hipoteca”, que “aprendan de Cai, que está medio muerta y nunca lloró”. “De la crisis me río yo, la ciudad que sonríe es la primera en el ranking de todo lo peor”, decían. ¿Amarga ironía o soberbia del flagelante? Les pega más lo segundo. En el carnaval gaditano siempre ha gustado mucho la estética del perdedor y hacer virtud de esa necesidad de sorberse los mocos de pobre.

La crisis como cilicio, como oportunidad para exhibir nuestras históricas cualidades para el sufrimiento y el conformismo sonrientes, o bien la crisis como mera anécdota, como otro vendaval que nos ha tocado, una crisis con espectadores pero sin culpables. La chirigota Salón de belleza El Tijerita, primer premio, también la llevó a su estribillo: “Crisis, crisis por tos laos, ¿cómo quieres que yo pele si está to el mundo pelao?”. Incluso cantando que “aunque Zapatero diga que la crisis no se nota” ellos han tenido que hacer tintes “con rotuladores Carioca”, el presidente del Gobierno parecía no más que el hombre del tiempo o el pregonero de lo que está pasando. Como mucho, sentaron en sus silla de barbero a los banqueros, adornados de cuernos, para ponerlos de ladrones del pueblo.

Lo del Selu y su chirigota Los enteraos, merece mención especial. Fueron sólo tercer premio, quizá porque no montan ese alboroto y esa vocinglería que gusta a algunos, pero sin duda no hay quien supere en este carnaval su ironía y su inteligencia. Sí, fue pura ironía su presentación, con el enteradillo gadita (genial y total inmersión en el tipo) diciendo que esto ni es crisis ni es nada, comparado con lo que él pasó en el año 40. Eso sí, hay que recordar que mucho más directo fue el Selu en el 94, cuando atravesábamos otra crisis y Los titis de Cai no sólo guaseaban con lo alegre que estaba la calle llenita de gente por no tener trabajo, sino que se atrevían a mandar “a recoger escombros” “a los socialistas con trajecito que miran por encima del hombro”.

Aunque les pese, la dimensión crítica del Carnaval de Cádiz está sobrevalorada. Suele ser facilona, demagógica y poco profunda. Se busca el aplauso fácil y para ello no hay nada mejor que dedicarles pasodobles a los jueces casi asesinos de niñas, a los maltratadores o a los violadores. Antonio Martín, con su comparsa La mare que me parió, consiguió el primer premio llevando a la final coplas a Marta del Castillo y a los banqueros y especuladores frente a los currantes. Otros, como Juan Carlos Aragón, hacían letras a la muerte o a la cama (!). El poder político, sobre todo el poder cercano y efectivo, apenas se toca. Las referencias a Zapatero parecían sólo coletillas y en todo caso, Madrid queda muy lejos. Teófila es un clásico y sabe que tiene que apechugar, pero aparte sus tintes y sus hechuras de alambre, sólo la comparsa Los trasnochadores, especie de vampiros en su perchero (tercer premio), le dedicaron en la final un pasodoble con cierto odio de clase, bastante confuso.

La Junta, desde luego, es tabú. Chaves ha salido dos veces por las glorias de su cabeza (Kike Remolino tenía que coger para él la tijera de tamaño familiar y la comparsa de Antonio Martín decía que para hacerle un trasplante capilar había que coger más pelo el que tiene la Pantoja donde uno se imagina). Una leve referencia le dedicó en el popurrí el coro de Julio Pardo, Cuando yo me pele, primer premio: “Me enteré de que Chaves no se presenta para presidente...”, y contestaban “cuando yo me pele”. Más sinvergüenzas estuvieron en la final los cuarteteros de Esta boca es mía, segundo premio: su suegro está haciendo uno de esos cursillos de formación y desde luego son útiles, porque “ahora puede cagarse en las castas del Chaves en catorce idiomas”. Hubo guasas para Bibiana Aído, pero ni de Solbes ni de Magdalena Álvarez hemos sabido nada. Como mucho, a la Fiona que hacía el Canijo le presentaron en el espejo una foto de la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega y ahí quedó la cosa.

Y sin embargo, letras como “bienvenidos a la fiesta de los pantalones bajados”, o “canta piropos a las puestas de sol y todo te irá mejor”, de la comparsa La imposible fábrica de sueños; o ese tango dedicado a cierta “mafia” por parte del coro de Tino Tovar , Cadilandia, que decía que “en este concurso no hay cojones para criticar”; esos “cobardes que se humillan” a los que se refería la comparsa La factoría... Todo eso, ¿es rebeldía ante un carnaval benevolente con el poder político? Pues no, sólo es lo que llaman metacarnaval: ajustes de cuentas entre autores, pullas al jurado y al Patronato, ombliguismo navajero de sus vanidades, envidias, negocios, camarillas, competiciones y contrapremios. Resulta chocante que la única autocrítica consista en decir precisamente que no hay valor para criticar, pero insistir en no criticar nada. Así, la comparsa de Quiñones, La pensadora gaditana, después de quejarse de que ya no hay valientes, de que “los valientes escribieron en la dictadura”, cantan un pasodoble a una niñita negra adoptada, ya ven, el colmo de la osadía.

El Carnaval de la crisis ha sacado muchos robots, cameos y reuniones de tuppersex. Como siempre, suegras, carajos, tetas y puntazos; coros esdrújulos y cantos vacíos y luneros a sus sombras chinescas y a “la cuna de la libertad”, que cada vez lo parece menos. Pero hubo más Obama, más Letizia y más Falete que Zapatero o Chaves; más peleas casapuerteras de arlequines y horcas para maltratadores que leña a los que nos gobiernan. Ya sea por carácter o por sumisión, la triste apostilla la ponía el coro Cadilandia: “en Cádiz no hay crisis mientras haya Carnaval y Semana Santa”.

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