20 de diciembre de 2008

Gallifantes en el Parlamento (20/12/2008)

Tienen que adornarse de columnatas y maceros, de pendones y carruajes, de toda esa cetrería de la solemnidad institucional; tienen que preparase tronos como los de los reyes persas o las dolorosas de aquí, tienen que hacer que los arabescos les condecoren la coronilla, que los angelotes salgan de los tapices para sostenerles los atriles, porque si no nos daríamos cuenta de que la política es sólo una corrala de chusqueros, ignorantes, vecindones, mediocres, peones, dormilones. Por eso los consejeros y los carguillos prometen su ministerio como si los armaran caballeros, por eso se reúnen en palacios como de un papado de la democracia, para disimular con lujo y encantamientos que estamos en manos de políticos de medio pelo, ineptos o dejados, cuyo mérito es haber sobrevivido a las sentinas de los partidos y a sus peleas de barbería. En el Parlamento andaluz, ese pesado libro de adorno de la Autonomía, no se hace ya verdadero parlamentarismo sino calceta o eco; no están chisporroteando las mentes brillantes que encauzarán nuestro futuro, sino que se amontonan palmeros bien pagados, bronquistas avinados, figurantes enchufados, analfabetos ascendidos, tropa sin oficio, particulares con dietario y otros invitados a la fiesta de lo público, pagada por nosotros.

Llegaron al Parlamento de Andalucía los chicos de Caiga quien caiga, los del micrófono envenenado, los que parecen llevar luto por la inteligencia de este país, y pillaron a nuestros parlamentarios con el calzón bajado, sin la protección del boato, sin el filtro de Canal Sur, sólo con su miseria desnuda como un culo por una ventanilla. Fue vergonzoso, patético, indignante. La intención de CQC era descubrir si los políticos “se enteran de lo que pasa”, pero antes, en la calle, ya había pedido opinión: “No, y en Andalucía peor, porque son un poco más garrulos”, aseguraba un señor al que emborronaron la cara: “Oye, no me saques que soy funcionario de la Junta”, pidió. Ya ven lo asumida que se tiene aquí la ley del silencio.

Para averiguar esto, si nuestros políticos “se enteran”, los de CQC no tendieron sutiles trampas, no se apostaron con daga, se limitaron a hacer una pregunta sencillísima antes de una sesión de control parlamentaria en la que se iba a hablar sobre el paro: ¿Cuál es la tasa de paro en Andalucía? Si, nada más sencillo cuando se va a debatir sobre eso mismo, ¿verdad? 18,33% y 704.600 parados, cifras que si les quedara dignidad deberían tener grabadas a fuego en la frente. Pues no. Miradas perdidas, balbuceos, atragantamientos, es lo que nos dejaron sus señorías ante la pregunta. “Pues... debe estar en torno al... eh... ca... catorce... Si en España está al 14... en el 16 y algo, aproximadamente, 16 ó 17...”, apostó Francisco Pérez de la Chica, del PSOE, que se diría que iba a su primer día de clase. María José López González, también del PSOE, directamente nos deslumbró: “Una tasa superior a la que teníamos anteriormente, ahora mismo no te puedo decir la cifra exacta”. Cómo se nota cuánto les preocupa el asunto y lo preparados que están para remediarlo. “Bueno, las cifras son muy importantes...”, dijo Luis Pizarro sin poder aclarar cuáles eran, mientras los de CQC lo adornaban de cómicos efectos especiales que le enrojecían la cara o le hacían mascar sus puntos suspensivos. “Estamos mejor, relativamente mejor que otras comunidades... --se atrevió a decir José García Giralte, del PSOE, claro- No recuerdo los porcentajes, pero debe estar por el 12, el 10 o el 12...”. Antonio Núñez Roldán, igualmente del PSOE, se excusó diciendo que él “era médico y que no cobraba como diputado” (!!!). Sólo acertaron Chaves, que dijo el 18% y Arenas, que prefirió la cifra cruda de 700.000. Los demás no parecían nuestros representantes, sino invitados a una boda que se celebraba al lado.

El chufleo y la vergüenza no terminaron ahí. A Arenas le preguntaron dónde estaba Guantánamo y no supo decirlo. A raíz de una noticia del periódico, también preguntaron a sus señorías qué era el ADN y pronto vimos que, desde luego, tampoco son del CSI: “algo genético” o “una célula por la que nos pueden decir por un periodo de tiempo muy alto qué hemos consumido”, afirmó el socialista Rafael Velasco. Chaves contestó que el ADN era... “bueno, pues el ADN”, pidió a la reportera que no le hiciera un examen de bachillerato y huyó diciendo “¿por qué no lo dejamos para otro momento?”. El intento de nuestros ínclitos diputados autonómicos de pronunciar “ácido desoxirribonucleico” remató ya de hilaridad el reportaje.

Éste es el nivel de los que dirigen nuestros destinos, éste es el retrato de la capacidad y las ganas de los que van a salvarnos. Cuando se les quita la pompa y el sobredorado de la “dignidad institucional”, nos encontramos con la realidad de estos negados, estos altivos ociosos y despreocupados que cobran por sestear, por asentir y por esquivar. Nuestros parlamentarios me recordaron a aquel programa de los gallifantes, el de los chiquillos de guardería balbuceando, con premio para los mayores si los entendían. Y es verdad que algo como un Parlamento un poco cagameado o empapillado dejó el revelador reportaje de CQC. Aquellos chiquillos por lo menos eran simpáticos, pero esto no tiene ni maldita gracia. Que nuestro futuro dependa de esta caterva ignorante, pasota, infantil, impresentable y ridícula, que en ellos se digan depositadas nuestra democracia y nuestras esperanzas, es para echarse a temblar. Miren a partir de ahora las misas y magias fingidas de nuestro Parlamento, de la Junta y sus trompeteros, y lloren por la descorazonadora miseria de nuestra política.

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