2 de junio de 2008

Somos Zapping 01/06/2008

Rafael Camacho (I). El poder se ejerce en las trascocinas. La política no se hace en el Parlamento, donde nuestros gobernantes sólo se exponen como cuadros. La política de verdad se hace en los restaurantes, se hace a esa hora tibia del cubata tras el café, se hace en hoteles que parecen el transiberiano, se hace en eventos y festivales, se hace entre amigotes y furcias, donde los arrimados, los adeptos (no sé por qué ahora les dicen “adictos”), los enchufados, los mantenidos, los trepas se rozan con los políticos para pactar con ellos negocios y fidelidades que los mantengan. Así funciona el poder en Andalucía y así consigue que haya siempre un tentáculo suyo en cada aspecto de la vida de la Autonomía, desde el mundo del dinero al de la cultura. En esas lateralidades de la política, donde no se ve política pero sí su mano ahí metida, obscena y viscosa, es donde se mueve todo. Me ha vuelto esta reflexión siguiendo esta semana el periplo de Rafael Camacho, el director general de la RTVA. Rafael Camacho me parece uno de los ejemplos más repugnantes de la podredumbre de nuestra democracia, un vocero del Partido colocado sin pudor para hacer de la radiotelevisión pública el ministerio de propaganda de la Junta. Seguirlo a él es seguir un rastro de babas, ver los foros en los que le adulan significa identificar inequívocamente quién sirve al poder con la espalda tronchada y la sonrisa del agradecido. Sigámoslo, pues, hoy, por salones orinados y plateas incestuosas.


Rafael Camacho (II). En el atril, Rafael Camacho habla como ante un espejo. Hay azules y brillos a su espalda, en grandes pantallones que le hacen celestial o aparecido. Usa la falsa modestia y el recatado orgullo de los hipócritas y los puritanos. Su misión de manipulador y propagandista él la convierte en sacerdocio, en monacato. Suenan aplausos de unanimidad desde un patio de butacas donde los presentadores de Canal Sur se han hermanado con periodistas de la cuerda y políticos con cara de bufé, todos asintiendo al compás. Es la retransmisión de la gala de los premios de la Asociación de Telespectadores de Andalucía (ATEA), sospechosísima entidad que le ha concedido al director de RTVA un premio (¿por su labor de comisariado político?). Presentan Enrique Romero, el de los toros, y Esther Martín, de Los reporteros. Hay algo en la gala de navidad en familia o de cumpleaños de un padrino, de fiesta de “los nuestros”. Por parte de la asociación, un tal Antonio Jurado da las gracias a Canal Sur, a Monteseirín, que también está allí, menciona a Rafael Cremades que conoce bien, dice, los sinvivires de ATEA. Aún el alcalde de Sevilla saldrá también a entregar un premio. No es el que le han dado a Se llama copla, ese icono cultural de la Andalucía del régimen, sino otro para Matías Prats, que parece un extranjero entre la impúdica promiscuidad endogámica del acto. Cambio de canal con asco. Era como asistir a una cama redonda del poder y sus adláteres, donde todos se comían la boca con entusiasmo, indiscriminación y rijosidad.


Rafael Camacho (y III). Lo veo con la reproducción de una carabela en la mano, plata falsa y premio de concejalía como un trofeo de futbito. Por lo visto en el Ayuntamiento de Isla Cristina identifican su misión goebbelsiana con una especie de cabotaje al servicio del Partido. Pero no es el único reconocimiento a Rafael Camacho que incluye la noticia de Canal Sur ese día. Además de la carabela que a él le queda bucanera, también nos cuentan que le van a dar el Camaleón de honor del Festival de Islantilla. Sí, ese festival que un día trató de cine y ahora, descarado instrumento político, con la dirección de ese Carlos Rosado del que hemos conocido su facilidad para mezclar eventos con los negocios propios, sirve para presentar Arrayán como cima del arte y a Canal Sur como motor de la cultura chancleteante que preconizan, a la vez que dan bombo a lo que hacen las productoras de los amigotes. Pero éstos han sido únicamente dos ejemplos de la desvergüenza con la que el poder se maneja y se entremete. Sólo hemos seguido a Rafael Camacho. Imaginen lo que ocurre todos los días en la ancha Andalucía socialista.

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