8 de mayo de 2008

Los días persiguiéndose: Crisis (08/05/2008)

He bajado a por el periódico y me he cruzado con caballistas que parecían mineros del oeste. Con cuerdas y mulas, van a excavar el oro de esta tierra: vino y sol enterrados. Ahora que sube el paro, que arde la gasolina, que caen los gruístas de la construcción como cigüeñas electrocutadas, nos volvemos a preparar para la fiesta, que lo exorcisa todo, una fiesta con la que nunca han podido la desgracia ni la pobreza. Aquí recibiríamos el Fin del Mundo con una zambra, a los Cuatro Jinetes con una sabia resaca. Los periódicos hablan de crisis; las televisiones de partido, de desaceleración. Pero veo a los romeros en sus preparativos para el Rocío, crujiendo igual que una merienda de insectos, y las terrazas llenas como a cubazos de gente. A veces me voy a la Taberna de Juan, en la Plaza del Cabildo, en la orilla opuesta a Balbino (Juan tiene otro estilo porque te cocina y te anima a comer como tu madre) y cuando pasan los guisotes marineros, haciendo olores de domingo, se diría que se celebra la boda del señor del castillo. Comen hasta los muertos de hambre, soltando sus últimas monedas igual que si pagaran con sus propios dientes. La crisis quizá sólo significa que despedimos al dinero de otra manera, como a un duelista o a un suicida.

La crisis nos la comemos y la bailamos igual. Las medidas contra la crisis no llegan o se hacen esperar porque los que nos gobiernan saben que en esta tierra la catástrofe no es la economía, sino los nublados sobre un nazareno o las jarras vacías, como en Caná. Mientras haya Vírgenes en las ramas de los árboles y lata para otro trago, la casa puede ir acumulando arena. Por eso en Andalucía sigue triunfando la inacción, por eso están tan tranquilos los políticos, que sobreviven a todas nuestras ruinas. No se ha caído el sol, no se ha derramado el vino, no se han muerto nuestras guapas, y la crisis no es más que frío que pasan en los salones de la banca y una horca en la que vienen colgados los periódicos del día. Eso más el caos del PP, que ha desactivado a la oposición. El PP ya no pide explicaciones, están en su propia ópera de venganzas, huidas, felonías, sucesiones. Los que se levantan del escaño parecen interinos o parecen zombis. Pasan un interregno, esperan a un Arturo mientras sus nobles se desnucan a mazazos. Así, Solbes puede seguir silbando como un búho, cada vez más resfriado de sus números, sin que nadie le levante la voz; así, la Junta puede esquivar todas sus responsabilidades delegando con desidia lo que deberían ser iniciativas de su gobierno en una incierta “concertación social”, como si la cosa se pudiera arreglar montando una timba. Todo esto es posible con la gente enfiestada y la oposición shakesperiana.

Salgo a la calle, con cascabeles de sol y dichosas cagadas de caballo. La gente está borracha de flautas y tamboriles, va hacia las marismas como dirigida por tragafuegos de vino. Bueyes con corona, cocinas colgantes, cortinas hasta el cielo, capachos de conchas, mitos con pezuña. Hay una alegría de dejadez y de marea, santificada por niños y perrillos. Los dioses y sus arrieros cabecean en las barcas. El agua lame a muchachas de rojo como a manzanas de caramelo. La crisis, cómo pensar en la crisis. La crisis nos la comemos con sal y butano, la bailamos con el fuego de la raza. A ver quién es capaz de salvar a un pueblo feliz...

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