3 de abril de 2008

Los días persiguiéndose: Venganza (03/04/2008)

Me aparto de los autos de fe, no me gusta contemplar cómo arden las almas de los pecadores, que huelen sólo a su pelo y a sus uñas quemados. Culpa, castigo, redención (¿la caída del ser humano por el pecado, la recuperación de ese estado primigenio –santidad, pureza o semidivinidad-- a través de la expiación?) me parecen mitología del sadismo. La Justicia (punitiva o reinsertadora o reparadora o disuasoria) aparece con repentina presencia de horca, de estaca, cuando un pueblo barbarizado le exige ser un mecanismo de venganza social. Michel Onfray diría que es la episteme judeocrisitana que aún nos impregna: “La culpa consciente y elegida libremente con ayuda del libre albedrío que desconoce los determinismos, y de donde surge la creencia en la responsabilidad personal que, desde entonces, justifica el castigo, y por lo tanto, la redención, ciclo infernal y perverso...”. Michel Onfray, cada vez más imprescindible ante todos los que aún piensan que frente a las creencias supersticiosas con su moral descendida de los cielos sólo existe un nihilismo vacío, triste, egoísta, inmundo; que no es posible una ética humanista ateológica, pues para ellos el ateísmo es una amputación. Pero Michel Onfray ha sabido enunciar la ateología no como negación de nada, sino de manera afirmativa, como teoría de lo inmanente, que lleva además aparejada una “ética estética”. Sí, ante esa episteme judeocristiana que, entre otras cosas, aún hace bíblicos los tribunales, no está sólo la náusea sartriana (que no es más que una elección de carácter), sino, no lo olvidemos, también la Gaya Ciencia, la alegría del hombre liberado, sin contratos con los dioses, sino únicamente consigo mismo y con la sociedad, con su felicidad y serenidad que están unidas siempre a las de los otros a través de la cortesía y de las virtudes de la civilidad y de la buena fe, de la bondad en fin. “Goza y haz gozar, sin hacer daño a nadie ni a ti mismo: ésa es la moral”, dijo Chamfort, formulando el imperativo categórico hedonista. Esto, frente a la pulsión de muerte, al ascetismo castrante, a la moral del sadismo.

Me aparto de los autos de fe, no me apacigua que el gentío traiga la cabeza de la Hidra en sus manos sucias, no me gusta la Justicia como éxtasis de la venganza, no voy a encontrar ninguna satisfacción en el sufrimiento de nadie, ni siquiera de ese pobre loco, enfermo sin duda, asesino confeso que el pueblo ha empezado a quemar por los pies. “Lo bíblico es el ojo por ojo, pero sólo Dios puede quitar la vida”, dijo el padre de Mari Luz. Pero a Dios hace mucho que le sobran instrumentos en la tierra, hay demasiados que hablan y actúan por él, y desde que los hombres sueñan con su fantasma ha habido manos que mataron siguiendo su voz. Sí, es bíblico el ojo por ojo, el muerto por el muerto, cuando se ha admitido que el mal se elige libremente y el castigo es algo que no se aplica para proteger a la comunidad, sino que, sencillamente, se merece, que etimológicamente significa “hacer el bien”. Han pedido la pena de muerte, que hace mucho que me parece, además de inútil (en ningún lugar se ha parado nunca el crimen con ella), objetivamente inhumana. Han pedido la cadena perpetua, que es la traslación terrena del castigo eterno (tan bíblico también), pero ¿a quién negarle la posibilidad de cambiar? ¿Cómo pueden los mismos que enarbolan la teoría de la elección consciente del mal afirmar que es imposible que el sujeto cambie? Y si ese sujeto está tan indefectiblemente determinado, ¿hasta qué grado es culpable? Ay, la episteme judeocristiana... Que la Justicia nos proteja de los monstruos, sí. La cacería, el trofeo, la venganza, son otra cosa.

1 comentario:

yinyang mason dijo...

No me siento bien cuando veo una muchedumbre queriendo matar a Santiago del Valle cuando lo que realmente va a hacer es entrar a declarar ante un juez. La gente clama venganza y pide sangre. Yo soy de la teoría de los que piensa que la gran masa quiere lavar su conciencia y sus culpas ocultas volcándolas sobre otro. Es algo casi tan antiguo como el ser humano.