8 de febrero de 2008

Los días persiguiéndose: Pange, lingua (08/02/2008)

Por hacer una torre de ladrillo y betún, que el Dios asomadizo y jardinero del Génesis pensó que le llegaría a las barbas (el cielo estaba entonces muy bajo), nos cuenta la Biblia que llegó la confusión de las lenguas. El hombre queriendo llegar con su curiosidad, su obra y su empeño “hasta el firmamento”, o sea, hasta el límite de sus posibilidades y de su conocimiento, y los dioses aplastando siempre esta osadía, es una historia recurrente no sólo en la tradición judeocristiana. La fruta prohibida del Árbol del Bien y del Mal se emparenta con Babel igual que también Prometeo se junta entre las nubes con Ícaro. Pero todo esto lo tiene muy explicado ya Frazer y uno lo que quiere es sacar enseñanzas políticas de este cuento.

La lenguas como plaga, como castigo, significan sobre todo el fracaso del hombre en su afán por entenderse, por comunicarse. Sin esta comunicación, es imposible la obra común humana, y esta moraleja es la que me parece verdaderamente importante. Cuando la lengua se utiliza no para entendernos con otros, sino para que otros no nos entiendan, es cuando estamos tirando nuestras torres, más por nuestra estupidez que por el vozarrón de ningún dios. Es la lengua como afirmación de una diferencia inventada o deseada, diferencia que promueve artificialmente cierta casta de partido para que se identifiquen las esencias del grupo con su ideología y por tanto su política se convierta en una especie de religión natural del pueblo. Tan sencillo como empobrecedor y destructivo, y esto es lo que uno cree que está ocurriendo con los nacionalismos en España, nacionalismos de burbuja y de cercado que están desevolucionando hacia la tribu y que no traen tanto una cultura desenterrada como el afán de control social y económico de toda la comunidad. El actual euskera se construyó ad hoc a partir de dialectos de los caseríos, el catalán se ha ido imponiendo antes en los decretos que en la calle, y en los dos casos hay un sólido y eternal cuerpo político que se apropia de la lengua y se ve recompensado con el poder. A ver adónde iría hoy quien sólo supiera catalán o euskera o gallego. Sólo le quedaría ese orgullo antihumanista y como arqueológico de saberse no entendido por nadie fuera de su pequeño mundo. Sin embargo, para los políticos locales esto representa mantener una comunidad cerrada, uniforme, monolítica y fiel. Suficiente para sus intereses.

Chaves apuesta ahora por que los andaluces aprendan esas lenguas como idiomas de runas y hay en ello muchos pecados de resignación y de cinismo. Primero, supone su apoyo a toda esta concepción manipuladora del idioma, que también le sirve a su partido por aquellos foros. Pero luego, y sobre todo, aquí nos está señalando de nuevo el camino de la emigración y de los andenes de las estaciones con equipaje de guitas. ¿Cómo puede prometernos una Andalucía de pleno empleo y decirnos que vayamos aprendiendo catalán para poder trabajar? Será que ese pleno empleo vendrá sólo cuando convoyes de andaluces sobrantes, con diccionario y manta, marchen hacia tierras de una prosperidad a la que aquí nuestros políticos han renunciado por incapacidad o dejadez. Pange, lingua. Que cante la lengua la gloria miserable de nuestros gobernantes, nuestro triste destino de mano de obra movediza y ganado de vagón, de los que tienen que aprender el idioma de los ricos para sobrevivir bajo su mesa. Que cante la lengua el triunfo de las tribus sobre la Humanidad y de la huida sobre la esperanza. No hay ya dioses que castiguen a estos cobardes.

No hay comentarios: