10 de enero de 2008

Somos Zapping (especial): La honestidad del perezoso (10/01/08)

El paisaje en el que Jesús Quintero entrevista es como una güisquería llena de asteroides o migas de ratón, pero con Chaves fue el territorio de un gato frente al de un perezoso, con dos velocidades de caza, de tretas, de miradas, de amagos. Chaves no tiene pudor, lo sabemos, a la hora de hacer campaña gratis en la radio y en la televisión que su partido dirige con un ex portavoz a la cabeza y con comisarios con tienda de campaña tras las fotocopiadoras. Después de aquella nochevieja con Juan y Medio y sus niños haciéndole la adoración de los pastores, creo que sólo me sorprendería verlo aparecer en Arrayán. Pero Quintero tampoco es Mar Arteaga, la que le prepara entrevistas con tobogán, ni Tom Martín Benítez, que es como su mariachi enamorado. Quintero sabe que aún tiene licencia para meter la uña, aunque no deje de sonreír o de emborrachar. De hablar con Quintero nadie sale del todo vestido ni del todo virgen. Quintero usa con la gente de la tierra, igual que Carlos Herrera, el truco del ceceo oportuno, de remarcar el acento para mostrarse cercano y amigable, y eso lo utilizó mucho con Chaves en las preguntas delicadas, que hizo sin sangre pero con filo. Fue una caza sin destrozo. Chaves sabía que no se sentaba a la mesa de las autopsias, porque Quintero aún sabe dónde trabaja. Pero Quintero también sabía que nadie esperaría verlo hacer de rapsoda del régimen.

Quintero dejaba sus arañazos y Chaves dejaba su manera torpe y pilosa de esquivar. Quintero soltaba preguntas como bombas con paracaídas y Chaves contestaba según su sabido catecismo. Los 18 años que lleva gobernando Chaves le merecían al Loco de la colina un largo y elocuente “uffff” y se atrevió a sacarle su pseudomonarquía: “Eso es para sentirse un virrey, ¿no?”. Chaves dijo lo de siempre, que está ahí porque la gente quiere, una obviedad que en nada niega los armiños con los que maneja Andalucía. “¿Cuántas modernizaciones necesitamos para ser ya modernos de verdad?”, le inquiría Quintero, y Chaves escapaba con algo así como con el perpetuum mobile, el desarrollo sin fin y eso de señalarnos otra vez el horizonte inalcanzable hacia el que corremos con la lengua fuera desde hace décadas. Decepcionante. Peor salida tuvo cuando Quintero le invitó a explicar a los andaluces “que la Junta no tuviera conocimiento de la corrupción marbellí”. “Eso sólo lo puede saber la policía”, contestó. Claro, es que en todas las llamadas, visitas y papeles que la Junta y Roca intercambiaron tanto tiempo, nada hubo que les hiciera sospechar, ni tampoco en el pestazo de la ciudad y sus gilichulos. Ni siquiera fue capaz de autocrítica con el demoledor informe PISA sobre educación, afirmando que aún era ésta “la generación de andaluces mejor preparada”, y que al fin y al cabo “estamos en el 96% de la media de la OCDE”, aunque esto signifique que sólo países como Turquía, Bulgaria o Tailandia están por debajo de nosotros.

Pero sobre todo, Chaves insistió mucho en su “honestidad”. Seguramente quería decir honradez, porque las primeras acepciones de esta palabra se refieren más a asuntos de cama y de cuernos. “¿Qué es lo más imperdonable de un político?”, le preguntaron (y esto sirvió precisamente para la promo del programa): “El utilizar los dineros públicos en beneficio propio”, dijo el presidente. Como sabemos, él no tiene a ningún familiar que haga negocios con la Junta, ni hay socialistas ni amigos chupando de la gran teta, con subvenciones, empresas adjudicatarias o productoras pata negra de Canal Sur. “La honestidad es el único patrimonio que yo voy a dejar a mi familia. No dejo casa, no les voy a dejar dinero porque no soy rico de cuna (?)”. ¿Pero no dijo en Tengo una pregunta para usted que había ayudado a pagar las hipotecas de sus hijos? Seguramente, tantos actos honestos y modestos se le confunden en la cabeza. Pero lo que me dejó boquiabierto fue la interpretación que hizo de la sentencia del juicio contra los periodistas de EL MUNDO. Quizá es que tiene el mismo nivel de lectura que deja su penoso sistema educativo. Según él, una sentencia anterior afirmaba “que no hubo espionaje” y el juez en ésta última se había basado en que “el derecho de información está por encima del derecho al honor”, cuando lo que deja claro es que la información fue “veraz y diligente” y que existieron los seguimientos.

El espectáculo del gato contra el perezoso, en fin, nos dejó un gato sin mucha hambre, pero sobre todo un perezoso que resulta increíble cuando habla, como si lo hiciera ese mismo mamífero o su peluche. Sonreí, luego, cuando otro entrevistado por Quintero, Hilario López Millán, cantó aquella copla de Rafael de León que decía “mira que miente más que parpadea”.

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