6 de diciembre de 2007

Los días persiguiéndose: La herencia (06/12/2007)

El presidente Chaves está ya en la edad de las herencias, porque las herencias son cosa de cierta edad como el bingo, el rosario, el orujo, los rastrillos o los caniches. Es esa edad en que se te están muriendo las tías del pueblo con terrenito, loro y joyero, dando velatorios cantados por notarios. El español, cuando empieza a quedarse calvo, ya sólo espera una herencia o una quiniela, que son dinero de domingo y patrimonio histórico de la raza, eso de vivir del azar o de los muertos, de los remates de cabeza o de los indianos que tuvo la familia. Chaves era pobre o peñista hasta que la suerte, esa religión tan española como la vagancia, le trajo una herencia como una goleada o como el premio de una participación de lotería con almanaque. Ha sido una herencia tan oportuna y puntual como para sospechar de un envenenamiento, pero aquí somos de familia larga y de salud delicada, y cuando no es una embolia es un accidente de caza o una triquinosis por la última matanza, y así a quién no le llega una herencia de tanto en tanto. Yo creo, de verdad, que Chaves estaba rezándole a la quiniela o a la herencia (quizá también a los cupones de los ciegos) y al final le ha caído la herencia porque los cielos de la suerte estaban así como provenzales. Los cupones o la primitiva hubiesen recordado a Roca y además son cosa de vicio de taberna, pero una herencia es respetable como una cojera. De todas la maneras honradas de dejar de ser pobre de repente, seguro que Chaves pidió la herencia porque incluye retratos, mecedoras y sábanas bordadas que sentimentalizan el dinero que queda por el medio, como si a través de él sólo se recodara el olor del monedero del muerto o muerta, instalado en la infancia igual que el de su tabaco o su delantal. Es un dinero que no sólo le sanea la cuenta, sino deja a Chaves como de buen sobrino, que todavía vale más. Acertó Chaves pidiendo eso y no la lotería, e hizo bien la Providencia en concederle el deseo, uniendo el dinero que necesitaba su menesterosidad con la decencia y una pequeña lagrimita de cementerio.

Todo esto me suena encantadoramente navideño, una herencia como si le llegara a un zapatero remendón o a una criadita hospiciana, cosa de ángeles intermediarios o de Frank Capra con el día dulzón. Un presidente autonómico con 3000 euros en el banco tiene que mover necesariamente a la piedad a todos esos entes encargados de repartir la fortuna y manejar la belleza de la nieve. Tras el programa Tengo una pregunta para usted, sin duda sonaron campanillas en el Cielo llamando a restaurar la justicia en la Tierra. Hasta dejaron la señal del milagro, algo como un rastro de sus alas, y que ha sido usar esa frase de Chaves afirmando que nunca había recibido una herencia para que, al caerle precisamente una, reconociera en ello la intervención divina. Justicia poética, se llama eso. Llega el tiempo de los milagros, en el que cantan los peces y se peinan las estrellas, en el que los árboles se convierten en dulce y los pobres se hacen violines con los zapatos, en el que las manos del Cielo dejan en la tierra sus anillos y patinan los ángeles por los tejados. Un tiempo de milagros para los hombres de buena voluntad, que verán que les vienen herencias y les guiñan el ojo los muñecos de nieve. Todo es posible en esta época, y yo creo que igual que unos pidieron herencias, otros pidieron un infinito candor. Y se les concedió.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Don Manué es el representante exacto de una Andalucía que no piensa, que aplaude cuando le levantan el cartelito, que sonríe feliz el día 27 cuando ve que en la cartilla le han anotado la paguita un mes más.

La Andalucía que puede presumir de no haber leído un libro en su vida, aunque tenga ya treinta y siete años, que se informa por el canalsú y sintoniza una emisora de esas de cante mientras pone la olla o pinta una fachada.

También de la Andalucía que gasta diez duros en vino y almejas, en guai label con coca cola y en la media tostá con manteca de lomo. La calidad de vida, que dicen los vainas que 'bajan' en el ave, como si aún estuviera abierto el Arny con moritos circuncisos.

Qué le vamos a hacer. Llevamos una racha de siglos de siglos que no nos la merecemos. Y lo que te rondaré, morena.