26 de noviembre de 2007

Somos Zapping 25/11/2007

El rey de Andalucía. Los reyes, que empezaron siendo legitimados por la lanzada y por los brujos de la tribu, alcahuetes de los dioses, y han terminado adornando burgers, repartiendo caramelos a los niños y musicando los cuentos, son literatura mágica. Están a la distancia de los animales que viven en las constelaciones, e igual que ellos gobiernan o median en las cuitas de los hombres sin bajar a la tierra. La realeza implica separación, elevación, perpetuidad y paternidad celeste sobre los demás. No podían haberle llamado nada más exacto y simbólico a Chaves que rey de Andalucía. Chaves con mastines a los pies, con maestros de capilla y de banquetes, con guardia pretoriana, con la eternidad de sus salones, con el dedo taumatúrgico, con la copa de vino de la savia de esta tierra; Chaves fundacional, sostenedor, protector, esencializador de Andalucía. Eso, un rey. Lo mejor que trajo ese programa, Tengo una pregunta para usted, fue ver a ese rey fuera de su corte, como rodeado de los mendigos del reino. Lejos de sus aduladores, de sus probadores de comida, de sus violistas de cámara. Aunque hubo preguntas blandas, el pueblo le puso por delante sus mendrugos cotidianos, en la sanidad, en la educación, en su paro, en su pobreza, en su rabia. Más allá de los laberintos de los jardines junteros, en los que sólo habitan faunos borrachos, Andalucía pena, sufre, hambrea, y ese olor de pueblo llegaba por fin hasta sus Tullerías y a su nariz acostumbrada a pavos reales. Esta vez no podía hablar de la derechona, no podía decirles, como a la oposición, “y tú más”, y las cuentas de su cocina no convencían al que no come. Con su hermano que no importa que trinque de la Junta, con sus 3000 euros ahorrados, con sus hijos estudiando en el extranjero (¿no sirve para ellos la excelencia de la educación pública andaluza?), Chaves decepcionaba y su cara dejaba ver que sentía las piedras arrojadas a su capa. Fue el espectáculo de un rey apaleado. De vuelta a sus palacios, seguro que se bañó para quitarse la peste a chusma y pensó que nunca más saldría a las calles, llenas de sans culottes, si no era en carroza.

Tapa borbónica. A la infantita Sofía ya le han dedicado un pan en un horno madrileño, y no es el primer caso de ternurismo gastronómico-monárquico, ni mucho menos, desde aquella panadera del emperador que hizo Romy Schneider. Es la forma que tiene el pueblo de bajar la realeza a sus fogones, a su mesa, una mezcla de vasallaje y paletismo, como una adoración de pastores. No podía tardar la borbonada del “por qué no te callas” en tomar su sitio entre el pueblo castizorro y plebeyo, y, a la par que triunfa el politono, un bar sevillano, según nos muestra Andalucía directo, ha diseñado una tapa inspirada en el suceso. Tiene chacina ibérica con dos huevos, un revueltito y la bandera de España encima hecha de chorizo y queso. Hasta Buenafuente se cachondeó del tema y para igualar el absurdo, decidió bautizar con esa misma frase un escalón de su plató. Pero a uno le parece que en esta chorrada de la tapa hay bastante más que homenaje o babosería. Nuestra cultura es la de los pícaros, y en Andalucía, tierra de hambre, aún más. Como vendedores de reliquias, aprovechamos las supersticiones para vender; como sablistas, usamos las desgracias y las alegrías para que nos fíen en la taberna. No es patriotismo lo de esta tapa, es que estamos en Andalucía y ésta es la tierra de sobrevivir con lo que va cayendo, del forastero que llega y de la moda que buscan los tontos. Da igual una tapa patriótica o un cuadro flamenco de sosos para los guiris.

El cucharón. Era una escena de cementerio, Paco Lobatón entrevistado por Joaquín Petit. La afición a la carne putrefacta de uno y las fantasmadas de buhardilla del otro, en un aquelarre televisivo. En Canal Sur no sabe uno nunca cuándo lo que sale es actual o antiguo, pero me estremecí cuando Paco Lobatón dijo que estaba muy ilusionado con un “nuevo programa”. ¿Otra de sus casquerías en La Nuestra, quizá? Qué suerte tienen los dos. Paco Lobatón y sus pajarracos hurgando en los estómagos, Joaquín Petit y su patético onanismo con micrófonos, siempre tendrán sitio en su televisión amiga. Da igual la basura o la idiotez que ofrezcan. Hace mucho que les dieron el cucharón, para que se hartaran.

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