25 de junio de 2007

Somos Zapping 24/06/2007

Pactos sin comillas. En los Ayuntamientos con o sin pacto, han entrado los nuevos con raticida o han seguido los de antes con la última colada. Esto y que el prorrateo de delegaciones y los tocamientos por debajo de la mesa no cesarán hasta que tengamos segundas vueltas constituyen la moraleja de estas municipales, que es la de todas. Javier Arenas ha ido pidiendo como una viudita un acuerdo para que gobernara la lista más votada (observen que no es lo mismo que pedir segunda vuelta, que al PP le vendría igual de mal), pero lo que se ha encontrado ha sido el “pacto de progreso”, farallón de las izquierdas verdaderas o falsas que ya hemos glosado en otra parte. De todas formas, una cosa es que los políticos utilicen este eslogan como un bisoñé y otra que lo hagan igual que ellos los informadores, sin comillas, que en televisión no se pronuncian pero se notan. Si no hay comillas, ese pacto deja de ser un nombre para convertirse en una definición, y así le quedó a Canal Sur en sus informativos, donde ya no sabemos si no se dan cuenta de que se les descubre la querencia o es que ya han llegado a la desvergüenza de que les dé igual. Transcribo lo que decía Leonardo Sardiña en las noticias de La Nuestra, aquel sábado en que los alcaldes parecían majorettes: “Sevilla y Jaén son dos ejemplos de los pactos de progreso entre PSOE e IU que darán estabilidad a 110 municipios”. ¿No parece que hablaban Luis Pizarro o Gaspar Zarrías? Bueno, como si así fuera.

Millonario por un día. Hay en Andalucía islas de ricos, salones con océano, cielos con puente levadizo que quiso acercarnos Andalucía directo en un goloso reportaje o cuento: Imagine que se despierta usted millonario... Sí, millonario en Andalucía, algo ideal pues el rico siempre se siente más rico cuando tras el muro sabe que está la plebe, la reconfortante peste a necesidad que les define a ellos por contraste. Millonario en la Costa del Sol, aunque sea con el paradigma de Juan Antonio Roca, ése que se lo gastaba todo en cagar... Si uno fuera millonario en la Costa del Sol, conduciría un Ferrari en el circuito Ascari y comería langosta igual que cacahuetes en La Cabane, donde también tendría una cama de dos metros junto a la orilla con “amenidades todo el día”. Además, sería dueño de una casa levemente romana en La Zagaleta, la zona “más lujosa y exclusiva de Europa” según explicaba una tal Theresa Bernabé, churruscada en su hache, en su pijerío y en su sonrojante cargo de “directora de Televisión Millonarios en Internet”, a la que se le ensalivaba la boca al hablar de dinero y al contar que, para entrar allí, jardineros o limpiabotas tenían que pasar aduanas como desinfecciones. Pobres mirando por la reja de los ricos, ilusiones monaguescas en la tierra del paro y el botijo... Sí, en otro lugar podría quedar decadente, ridículo, pero en Andalucía, resultaba obsceno. Como consuelo o venganza, sepan que en La Cabane iba a actuar “en un concierto con cena privada” Julio Iglesias. Al menos, el dinero rebosando en poncheras sigue sin otorgar buen gusto.

Horteras de videoclub. En Canal Sur tienen a la audiencia medida, prejuzgada, y nos dan catetadas porque nos suponen catetos y nos hablan como a niños porque nos suponen niños. Yo hace tiempo que quería hablar del cine que emite Canal Sur, que gusta de Sisí o de westerns baratos que nos dejan a todos entre mucamitas y don Marcial Lafuente. Pero hay otro nivel, que va más allá incluso de los temas y la calidad de las películas. Es sólo un pequeño detalle, pero revelador y definitorio como comerse siempre la última croqueta. Me di cuenta al encontrarme el otro día con la pésima Catwoman, con Halle Berry desaprovechada como superheroína o rana nocturna. Sí, hay otro nivel en el que Can al Sur nos coloca, y es el de cierto hortera de videoclub que no quiere películas con “rayas negras”, raza hermana de esa otra de los dueños de bares que en sus orondos televisores panorámicos aplastan a los futbolistas en 16:9 por amortizar la inversión. Halle Berry brincaba llenando toda la pantalla y sus saltos mareaban el doble porque el formato original, el estrechísimo y cinematográfico 2,35:1, lo habían recortado a 4:3 para ofrecernos cabezones y la mitad de cada plano. No vaya a ser que a los horteras de videoclub que somos los andaluces nos dé por cambiar de canal al ver tanto ancho de televisión malgastado. Ya saben, nuestra ansia de gente eternamente rebañadora...

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