18 de junio de 2007

Somos Zapping 17/06/2007

30 años. Un poco harto de Pablo Abraira y de otros señores con el bigote de luto o de hippie ha acabado uno esta semana de efemérides. La Transición es algo así como nuestra Pasión con megáfonos y por eso los reportajes que se le dedican se parecen cada vez más a las películas de Semana Santa. No sé si se empeñan tanto en recordar aquella libertad ganada por si así se nos olvida que hay que seguir ganándola; en mostrarnos esto que llamamos democracia como una cima a la que se llegó un día de merienda por si así dejamos de buscarle fallos y lascas; no sé, en fin, si no será sólo ese afán tan político de que consideremos todo hecho, todo alcanzado, y nos sentemos en el sillón a recordar junto a la gramola. El milagro, el consenso, la Transición “modélica” según nos decían, una vez más, por ejemplo en Andalucía directo, antes de que tres gaditanos evocaran aquel 15-J con fotos de miedo y de pantalones de campana. No se termina de tragar uno la hagiografía de la Transición. Nadie se corta la cabeza deportivamente sin más y si la Dictadura se disolvió fue porque aquellos procuradores que votaron la reforma política ya sabían que iban a mantenerse las mismas élites del poder, pero esta vez con una Europa que se nos abría, y así los hemos visto luego, en esta democracia llena de conversos y franquistas dados la vuelta como su abrigo. En Canal Sur, en Los reporteros, eligieron la figura de Suárez como macguffin y lo pudimos ver jurando “fidelidad a los principios del Movimiento Nacional” ante un crucifijo como un cóndor. Muchos palos repartiría luego Suárez en Andalucía, cuando tan ingenuamente pedíamos la autonomía, pero en el reportaje aparecía santificado y padrecito. 30 años, pero todavía nuestra salud y madurez democráticas son enclenques. Aún no nos ha dejado el franquismo sociológico (recuerden esas encuestas recientes en las que la gente todavía excusaba al dictador). Yo no celebraría tanto algo que uno ve a medio cocer. Pero para los que gusten de pasteles y teteras viejas, ahí ha quedado esta semana de televisión en blanco y negro.

Academicismo de lo malo. Cuéntame cómo pasó tenía al principio la gracia de volver a ver las cocinas de formica, pero pronto me aburrieron sus guiones y sus sopitas. Acabó en su parodia y sólo la modesta sensualidad de Ana Duato me llevaba de vez en cuando a mantenerla en pantalla algunos segundos. En cuanto a las comedias, Siete vidas y Aquí no hay quien viva fueron un alarde de imaginación y una celebración coral del humor. Poco más se puede decir de la “producción propia” de la televisión en España. Para el goce y la reconciliación con la caja tonta sólo me quedan los americanos: House, que me ha curado con cinismo la hipocondria, o Futurama, que es como Los Simpson pero con los guionistas fumados. En las series españolas, hace tiempo que el triunfo equivale a la vulgaridad, desde la cursi y plasticosa Mary Poppins de Ana Obregón a las tramas con incestos y jamones de Los Serrano. Pero entre lo malo, la Academia de Televisión, dirigida por el arrimista Manuel Campo Vidal, ha elegido para su premio a lo peor: Arrayán, culebrón abominable de una Andalucía que se sueña oficinista y aeroportuaria, falsa como era la Colombia llena de cócteles que salía en Betty la fea; folletín espejado al gusto del régimen con las clases medias felices y ocupadas en los cuernos y en el jefe, con hospitales del SAS ajardinados, con expositores de ordenadores apestando a cristasol; largo engendro o llorera o pasacalles marujón con los guiones bizcos, temblones y propaganderos. Esta bazofia amacetada se ha llevado el premio a la “serie 10”, Rafael Camacho lo celebraba en Canal Sur como revolcándose en su avilantez y todavía este academicismo de lo malo se atrevía a pedir dignidad para la la televisión...

La Alhambra en el desfiladero. No vamos a entrar en lo de la Alhambra metida en el juego de la oca de las nuevas Siete Maravillas del mundo. Pero presten atención a esta frase de Carmen Calvo durante su speech en el Instituto Cervantes de Madrid, que sacó el informativo de Canal Sur: “La Alhambra no está puesta en ningún desfiladero del que pueda salir ni ganadora ni vencedora” (sic). Gloria a la ministra de lengua y cerebro tan floreados como su armario.

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