30 de abril de 2007

Somos Zapping 15/04/2007

La culpa de los otros. Un cementerio de jirafas, una cerrajería sumergida, un único barco levantándose por el mimo de muchos fareros, ese solo barco como una sola miga para todo un hormiguero. Eso fue, eso es, el pan de la Bahía de Cádiz, la casa arrasada de toda la industria de la comarca. Tengo esa imagen de los Astilleros de Cádiz, lo bombardeado y lo mohoso que quedó de un tiempo de minas de oro. Ahora, es Delphi la que se suma a esa decadencia, a ese descascarillamiento, y uno piensa que quizá no puede ocurrir otra cosa en una zona que ha maldibujado su industrialización basándola en viejas catedrales fuera de época, en trasplantes forzados y en el enamoramiento con subvenciones de multinacionales extranjeras y salvajes. Un tejido industrial de cartón, fundado en la apariencia y en el apuntalamiento, se viene abajo, y lo peor es que nuestros políticos, verdaderos culpables, han optado por la hipocresía de aparecer como rescatadores o hasta víctimas. Me he dado cuenta al ver el tratamiento de Canal Sur de las últimas manifestaciones: El pueblo salía con rabia y con familia a la calle porque hay unos guiris malvados, unos patronos sin corazón bajo el chaleco que desde áticos imperiales matan a nuestros soldadores y electricistas. Contra eso y por su salvación, luchan nuestros gobernantes. “Muchas familias están en vilo pendientes de la solución”, decía la presentadora de Andalucía directo. “Supongo que está usted pendiente de las negociaciones y de todo lo que se está haciendo, ¿no?”, le preguntaba el reportero a un trabajador. Pero son ellos, los políticos, los que han buscado la foto de feria, los que han hecho de la pobre industria de aquí una frágil papiroflexia, los que han conseguido que el pueblo sólo tenga para comer caliente las chispas de un par de factorías torpemente alquiladas. Eso no lo decían. Los malos, siempre fuera; las culpas, siempre de otros.

Sin baloncesto. Ingenua y como madrera, en la manifestación de los trabajadores de Delphi aparecía una pancarta con el escudo y los colores del Cádiz C.F. El fútbol ocupa aquí el mismo altar de fervor y perejil que los santos y los dioses estatuados. En unos domingos eucarísticos, el pueblo le da el corazón a gorditos comodones, a modelos con melenita, a leñadores malcarados que manejan toda la esperanza de esta tierra. Ya he dicho alguna vez que voy repudiando cada vez más el fútbol, que aquí es feo, tabernario, carnicero y hortera, sobre todo con esos capitanes que son Lopera y Del Nido sentados por la plebe en los orinales de sus tronos. Por eso me alegro cuando llega otro deporte a los titulares, como ha ocurrido con esas chicas de la natación sincronizada, que es un deporte de sonreír con los pies. Por eso también me enfurezco cuando ignoran otros eventos, como ha ocurrido con los cuartos de final de la Euroliga de baloncesto. El Unicaja de Málaga ha llegado a la Final Four por primera vez en su historia, tras un partido duro y emocionante contra el Barcelona que, ya ven, la televisión andaluza no emitió. Tuvo uno que buscar por los últimos canales de la tele por cable, donde hay teletiendas y tarots que huelen a lavandería mágica. Sólo por allí, en Teledeporte, cadena minoritaria y como hermanastra, pudimos ver el partido. La Nuestra tenía sus noticias embellecidas de consejeros o ponía dibujitos japoneses en su segundo canal, pero el baloncesto les debió parecer un waterpolo de señoritas que no interesa a nadie. Seguramente piensan que el baloncesto no atonta, embrutece o despista de los problemas de Andalucía lo suficiente para merecer su atención. Las cámaras se quedaron en otro sitio esperando córners, romerías o inauguraciones.

La Junta, maravilla. La Alhambra de Granada, ese sitio mágico donde el sol dejó sus acuarios y la historia sus aposentos, anda ahora en una carrera para formar parte de las nuevas Siete Maravillas del mundo, y hay un gran movimiento de ciudadanos e instituciones que nos saca la televisión andaluza en ese loable empeño. En lo que no han caído es en que la candidata perfecta para ese honor era, mejor aún, la Junta de Andalucía. Monumental, pétrea, vieja como la más vieja de las murallas de nuestra tierra, gigantesca hasta ocupar toda la realidad, perfecta y armoniosa según nos la muestra Canal Sur, unión incomparable de arte y técnica, cumbre de la civilización humana. ¿No es la Junta una maravilla? Yo voy a ver si puedo votar por ella.

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