10 de abril de 2007

Somos Zapping 08/04/2007

Lo que somos. Ha sido como una gran digestión, la comida de clavos que nos ha durado toda la semana. El marco dorado, pesado y kitsch en el que Andalucía se coloca en televisión durante su Semana Santa creo que sólo tiene comparación posible en las ferias, el otro altar de esta tierra. Y no, no es por mi descreimiento, por mi escepticismo, por mi irreligiosidad. La religión es un intento del hombre por comunicarse con lo Absoluto, pero todo lo que hemos visto más bien parece el intento del andaluz por comunicarse con el mal gusto. En espejos sacros o festivos, con el corazón de cera o de vino, parece que esta tierra se refleja siempre rancia, pueblerina, ensimismada en sus gloriosas pequeñeces, monumentalizadas de orgullo. De repente, lo he visto todo igualado, los Cristos que hay por cada panadería, la acogedora sombra que da el folclore, las jacas peinadas como hembras, la musiquilla con la que taconea nuestra alma, la tradición puesta como una cortina, las altas mesas atocinadas del chovinismo, el calendario floreado en el que transcurre nuestra existencia, ciudades capitales del cielo, guitarras con el tamaño de banderas, una alegría de campesinos, un alarde de sonajas. Sí, de repente he visto lo que somos, como si pasara ante mí su cabalgata. Y todo era tan sentimental como de mal gusto, y todo era tan pobre como abundante. Fiestas y vanidades, etnocentrismo y autosatisfacción, la tierra que sólo sabe mirarse en su fuente y se ve guapa, simple, tribal, demagoga. Lo que somos, lo que hemos decidido ser… Todo, en realidad, tan triste que me vence. En qué pequeño palmo cabe eso que algunos creen nuestra esencia…

Estampas. He ido recogiendo estampas de esta semana, con algo de explorador o de entomólogo. Seguramente, el desesperado párrafo anterior ha salido de ahí. Repasándolas, me he sentido andaluz desertor o traidor, o directamente extranjero. Como los que vi en las noticias de Telecinco, incrédulos, espantados como ante un rito africano. “Mi compañero dice que son una secta”, admitía una guiri después de ver pasar una banda de cornetas y tambores con gesto de desagrado. Sonreí. Quizá sí, la secta de la pureza patria. Entre mis estampas veo a José María del Nido haciendo de costalero. Cuánta piedad y fervor en ciertos ricos turbios que van del roce con los malayos a los faldones maternales de las Vírgenes. Qué repentina limpieza de alma para algunos sujetos certeramente matones, presumidos y tenebrosos. Entre mis estampas veo al pueblo en la ternura de su ingenuidad, entre las lágrimas que les deja la lluvia. Argumentan que sus imágenes, vivas y sintientes, no han querido salir, que por algo será. Otros están tranquilos: “Nuestra advocación es la del Santísimo Cristo de las Aguas y estamos convencidos de que nos va a ayudar”. Ninguna teología puede explicar ese candor y esa simpleza. Veo también a uno de los indultados por las cofradías apelar a su extraño concepto de la justicia divina. El sujeto al que apuñaló en una reyerta se compró una moto con la indemnización y se mató con ella. “Dios está en lo alto”, dijo. Sí, el Dios que manda en el Meteosat y en las autopistas. Veo también a los legionarios portando a su Cristo como al padre y vuelvo a sonreír. Esa religión cuartelera y viril… Nada hay más viejo: las armas legitiman a los dioses y los dioses, a cambio, legitiman las armas. Los dioses siempre lo fueron, antes que nada, de los ejércitos, aunque aquí esa vetusta realidad brille como en ningún otro sitio. Veo también a Teófila Martínez ceder el bastón de mando a un Cristo, puro caleticatolicismo. En Cádiz, ese Cristo es nada menos que Alcalde Perpetuo. Sería increíble, de no ocurrir aquí. Y hay más, vanidades, chaquetitas, meapilas, medallones como corazas romanas. Yo soy extranjero. Yo, definitivamente, quiero ser extranjero.

¿Y el laicismo? En Canal Sur, todo el socialismo laico se derritió. Los respiraderos y los alelíes de los pasos abrían los informativos. Los palcos que mostraban acogían a socialistas píos indistinguibles de la derechona amantillada que tanto caricaturizan. Qué poco les importa la hipocresía… En El musical, un tal Diego Benjumea canta una cateta sevillana dedicada al Cachorro que me hace escapar de vergüenza ajena. Otra chica se arrodilla en mitad de su copla o saeta dedicada a la Virgen de su barrio. En Canal Sur saben que Dios puede traer votos igual que trae los chaparrones.

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