5 de marzo de 2007

Somos Zapping 25/02/2007

Artistas sin gusto. Yo iba a sacar aquí a Quintero por la entrevista a Rafael Amargo, porque en sus noches sevillanas, hechas con luz de estanque, a los artistas andaluces que lleva se les acaban transparentando hambres y abecedarios de pobre como por debajo de un traje blanco. Me interesaba Rafael Amargo, al que en Tenerife quiere linchar el pueblo capitaneado por mujeres vestidas de paraguas. Y no quería plantear yo batallas de glamur entre las murgas y Belén Esteban saliendo al escenario igual que desde la ducha de la piscina. No, lo que llama mi atención en realidad es la capacidad que tiene esta tierra nuestra para dar artistas sin gusto. Son artistas que incluso pueden ser genios en su taconeo y en su palo, pero a los que, como cegados en su toreo, se les niega cualquier otro tipo sensibilidad estética. Son artistas salvajes, unidireccionales, demediados, con un sólo músculo ejercitado como un brazo monstruoso, sin la escuela de humanismo que debe ser el arte. Rafael Amargo o Farruquito pueden incendiar una noche Nueva York sin más que enseñar la cintura, y luego montar una discoteca hortera o hacer una boda de vendedor de telas. Damos unos artistas con raza y sin poesía, con fuego y sin finura. A eso le llamarán algunos el arte del pueblo, pero a lo mejor sólo es el arte de los analfabetos. De Amargo dijeron una vez que era un bailarín ecléctico, y en una entrevista confesó que no conocía esa palabra, pero que le gustaba tanto que se la quedaba. Nuestros artistas que no conocen diccionario ni otro arte que el de su cazuela... En esa carencia o maldición pensaba yo viendo la entrevista de Quintero a Amargo. Pero pasaron otras cosas en la colina del loco. Y haciendo crítica televisiva, uno tendrá que mojarse...

El tijeretazo. A Quintero le han pisado ya para siempre los discursos libertarios como la bandera que hacía de sus pañuelos y bufandas. No es que me gustaran especialmente, pero su programa era mucho ese aullido suyo desde las azoteas, que aunque fuera pose y mala literatura, era lo que le quedaba de loco bajo la luna. Con el tijeretazo dado a la entrevista a José María García, a partir de ahora Quintero sonará como nunca a cartón. Tuve que sonreír cuando desde TVE dijeron que la entrevista se había eliminado o cortado porque “en ella no se vierten opiniones, sino insultos, ataques y descalificaciones a terceras personas”. Si en este país la televisión y la radio aplicaran verdaderamente este baremo, sin duda quedaría poco más que la publicidad. ¿Sería deseable? Depende. Siempre resulta peligroso establecer qué puede considerarse insulto, ataque y descalificación. Todavía más dañino es que el que hace un programa esté pensando en eso cuando llama a un personaje o monta una tertulia, porque es cuando la prudencia se convierte en autocensura. La comparación con la telebasura tampoco me parece de recibo: no es igual una contestación de Dinio sobre sus encamamientos que la de alguien que ha conocido de cerca los saloncitos del Poder y te los cuenta desde su punto de vista, acertando o no. Delicado asunto, en cualquier caso. Yo nunca dirigiré una cadena, pero sí puedo decir lo que hubiera hecho: yo no hubiera eliminado la entrevista. Quintero siempre ha sabido conseguir que sus invitados le mostraran las tripas, y las tripas dicen mucho de una persona. Yo prefiero ver al fanático desnudo en su fanatismo y al ingenuo cegado por su ingenuidad; a los que cargan con su verdad o su ira vaciándola allí delante y a los que mienten disimulando mal que mienten. Prefiero verlos, oírlos, y asentir o irritarme, estar de acuerdo o hasta odiarlos, y si luego tiene que venir por detrás un fiscal porque han injuriado o calumniado, que venga. El retrato ya estará hecho, y después seremos más sabios, siempre, seguro.

El ombligo de Petit. El programa ya empieza con el gran ombligo de la luna, que tiene el tamaño del de Joaquín Petit, pero nunca pensé que en sus monólogos de detective un día nos llegaría a decir que 1001 noches iba a estar dedicado al ombligo, a la metáfora del ombligo, a la tontería del ombligo. Así lo hizo. Pero en la RTVA, ombligo de la autonomía, del poder, cordón umbilical del que chupan tantos, ¿no era acaso esa dedicatoria idiota sólo una obviedad?

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