5 de marzo de 2007

Somos Zapping 18/02/2007

Arrayán. He visto muchos ordenadores portátiles como manzanas sobre las mesas y las rodillas, muchos negocios y empresas, guapos de aeropuerto, guapas de congreso; he visto habitaciones de hospital individuales (!) con el logotipo del SAS en las sábanas, y hasta mecánicos que no tenían ni siquiera sucio el mono de trabajo. Arrayán es como si Andalucía toda viviera en un hotel, o al menos en su hall. Si en Los vigilantes de la playa no salía ni un viejo ni un gordo ni un feo, en Arrayán Andalucía se nos muestra acicalada y neoyorquina. Los problemas los da el éxito, ni los más pobres son pobres, todo está iluminado como las oficinas, todos llevan maletín y la sociedad no tiene más males que un jefe puñetero o un colega trepa. Nunca dudé que fuera más que un teatrillo de propaganda, con el guión vigilado por el alto Ministerio de la Verdad. Esta serie es Andalucía tal como el poder quiere que la veamos. Igual que Crónicas de un pueblo fue diseñado por el franquismo para divulgar los principios del Movimiento con sus curas y bicicletas, aquí tenemos Arrayán para meternos entre amoríos y pasillos la guapura y la modernización de esta tierra. En Médico de familia la publicidad se quedaba en el desayuno, pero aquí cada detalle, cada brillo, cada fax, cada ventanal, está pensado para servir a la imagen modélica con la que se nos engaña. Me sorprendí mucho cuando en Mejor lo hablamos llegaron una vez a interrumpir el debate para presentar la nueva temporada de la serie. Ahora se entiende como nunca, cuando sus personajes andan metiendo el referéndum del Estatuto en los diálogos. Nada en Canal Sur queda al azar. Todo obedece a un objetivo político. Atontarnos con folclore, sucesos o chistosos, hacer un Nodo de los informativos y las telenovelas. Da miedo y asco. ¿Quién puede creerlos ya?

Vista pública. Luis Mariñas, Peter MacDermott de las noticias (¿se acuerdan de Hotel?), ha ido degenerando de la información al escaparatismo de su persona hasta llegar a chófer de funeraria, que es de lo que iba el otro día, marmolizando el prime time de Canal Sur con el negro y el frío de los tanatorios y los pésames. Pensé que era otro de los cementerios con pajarracos y verdina de Paco Lobatón, pero no, Lobatón parece que por una vez no tiene nada que ver en esta nueva mesa de autopsias que nos mete en casa la televisión pública andaluza. Seguir con el hocico el rastro de los asesinatos a escopetazos, de las mujeres acuchilladas, de las patrullas policiales en las noches de las ratas, hacer un zoom cuando el familiar del muerto ya no puede hablar y llora, hipa y besa los retratos, pesar los sesos que quedaron en la acera y remover con el cucharón cada herida, cada detalle enfermizo. Vista pública se llama el vomitivo, otro más que se une a Expreso Noche en la intención de la RTVA de proporcionarle al espectador, como a un aguilucho, el curioso servicio público de mucha carne reciente y sangrienta, el único equivalente a las luchas de gladiadores que le queda al poder para entretenernos. Mariñas nos anuncia un próximo reportaje, la historia cruelmente dramatizada luego por actores de una chica que fue violada y que terminó suicidándose. Nos invita a que no nos la perdamos. “Puede pasarle a usted”, advertía. El programa es capaz aún de esa máxima impudicia que representa utilizar un drama social como la violencia contra la mujer, disfrazando de denuncia lo que es beneficio del morbo: “Cada día conocerán a una víctima de la violencia de género”, prometía. Tenemos dos programas de sucesos escabrosos, repugnantemente parecidos. Ya lo decíamos, nada queda al azar en la RTVA. Los despieces de muertos distraen, el olor a estómago abierto nos emborracha.

Cinismo malayo. Por los programas de las babas andan ya los corruptos. Ya se atrevieron con maltratadores y esto le parece a uno el paso previo a que se sienten ante Jaime Cantizano los asesinos convertidos en vedettes. Maltratar, robar, y pronto matar, como otra vía hacia la fama y los bolos, superados ya los empompamientos. Isabel García Marcos iba como vestida de impoluto cinismo en ¿Donde estás corazón? Pero peor fue el cinismo del presentador. Hacerle a la malaya reproches éticos cuando él y sus jefes se frotan las manos ante el dinero que les supone el espectáculo...

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